A diferencia de los reinos del mundo, 6 de enero
Decía también: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios, o con qué
parábola lo compararemos?
Marcos 4:30
.
Cristo encontró corrompidos los reinos del mundo. Después de que
Satanás fue expulsado del cielo, levantó el estandarte de la rebelión sobre
esta tierra, y trató por todos los medios de conquistar a los hombres para
su estandarte... Su propósito consistió en establecer un reino que fuera
gobernado por sus propias leyes y que funcionara sobre la base de sus
propios recursos, independiente de Dios; y tan buen éxito logró que cuando
Cristo vino al mundo para establecer su reino consideró los gobiernos de
los hombres y dijo: “¿A qué compararemos el reino de Dios?” No había
manera de encontrar en la sociedad civil nada a que pudiera comparárselo...
La misión y la obra de Cristo establecían un contraste agudo con la
injusticia y la opresión tan universalmente practicadas... El planeaba un
gobierno que no recurriría al uso de la fuerza; sus súbditos no conocerían
opresión... No vino como un fiero tirano sino como el Hijo del Hombre; no
vino a conquistar las naciones con su férreo poder, sino “a predicar buenas
nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar
libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel”; “a consolar
a todos los enlutados”.
Isaías 61:1, 2
. Vino como el divino Restaurador,
para traer a la humanidad oprimida y pisoteada la rica y abundante gracia
del Cielo, para que por el poder de su justicia, el hombre, aunque caído y
degradado, pudiera participar de la Divinidad...
Cristo enseñó que su iglesia es un reino espiritual. El mismo, “el Príncipe
de paz”, es la cabeza de su iglesia. En su persona la humanidad, habitada
por la Divinidad, estaba presente frente al mundo. El gran fin de su misión
consistía en ser una ofrenda por el pecado del mundo, para que por el
derramamiento de sangre se pudiera hacer expiación en favor de toda la
raza humana. Con un corazón constantemente tocado por los sentimientos
de nuestras debilidades, con un oído constantemente abierto al clamor de la
humanidad sufriente, con una mano permanentemente lista para salvar al
desanimado y al desesperado, Jesús, nuestro Salvador, “anduvo haciendo
bienes”.
Hechos 10:38
.—
The Review and Herald, 18 de agosto de 1896
.
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