El don del arrepentimiento, 10 de mayo
A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para
dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.
Hechos 5:31
.
El arrepentimiento es uno de los primeros frutos de la gracia salvadora.
Nuestro gran Maestro, en sus lecciones al hombre caído y sujeto a error,
presenta el poder vivificante de su gracia declarando que por medio de esta
gracia los hombres y las mujeres pueden vivir la nueva vida de santidad y
pureza. Quien viva esta vida revela los principios del reino de los cielos.
Habiendo sido enseñado por Dios, conduce a los demás por sendas derechas.
No conducirá al cojo por senderos inciertos. La obra del Espíritu Santo en
su vida manifiesta que participa de la naturaleza divina. Toda alma en la
cual haya obrado así el Espíritu de Cristo, recibe una porción tan abundante
de la rica gracia que, al contemplar sus buenas obras, el mundo incrédulo
reconoce que está dominado y sostenido por el poder divino, y se siente
inducido a glorificar a Dios...
Leed y estudiad el
capítulo 34
de Ezequiel. En él se nos da un ánimo
precioso. “Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña”, declara
el Señor... “Y estableceré con ellos pacto de paz”...
La característica más impresionante de este pacto de paz es la exube-
rante riqueza de la misericordia perdonadora manifestada al pecador si se
arrepiente y se aparta de su pecado. El Espíritu Santo describe al Evangelio
como salvación por medio de las tiernas misericordias de nuestro Dios.
“Porque seré propicio a sus injusticias”, declara el Señor a los que se arre-
pienten, “y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”.
Hebreos 8:12
. ¿Se aparta Dios de la justicia al manifestar misericordia
hacia el pecador? No; Dios no puede deshonrar su ley permitiendo que sea
transgredida impunemente. Bajo el nuevo pacto, la perfecta obediencia es
la condición para recibir vida. Si el pecador se arrepiente y confiesa sus
pecados, encontrará perdón. Mediante el sacrificio de Cristo en su favor, se
le asegura el perdón. Cristo ha satisfecho las demandas de la ley para todo
pecador arrepentido y creyente.—
Manuscrito 28, 1905
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