Página 157 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Un pacto mutuo, 22 de mayo
Has declarado solemnemente hoy que Jehová es tu Dios, y que
andarás en sus caminos, y guardarás sus estatutos, sus mandamientos
y sus decretos, y que escucharás su voz. Y Jehová ha declarado hoy
que tú eres pueblo suyo, de su exclusiva posesión, como te lo ha
prometido, para que guardes todos sus mandamientos.
Deuteronomio
26:17, 18
.
No debe haber de nuestra parte retención ni de nuestro servicio ni de
nuestros medios si hemos de cumplir plenamente nuestro pacto con Dios...
El propósito de todos los mandamientos de Dios consiste en revelar el deber
del hombre no sólo hacia Dios sino hacia sus semejantes. En esta hora
tardía de la historia del mundo no debemos cuestionar o discutir el derecho
de Dios a formular estos requerimientos, debido al egoísmo de nuestros
corazones, o en caso contrario nos engañaremos a nosotros mismos y le
robaremos a nuestras almas las más ricas bendiciones de la gracia de Dios.
El corazón, la mente y el alma deben fusionarse con la voluntad de Dios.
Entonces el pacto, constituido por los dictados de la sabiduría infinita, y
vigente por el poder y la autoridad del Rey de reyes y Señor de señores, será
nuestro placer... Basta que él haya dicho que la obediencia a sus estatutos y
leyes es la vida y la prosperidad de su pueblo.
Las bendiciones del pacto de Dios son mutuas... Dios acepta a los
que quieren trabajar para la gloria de su nombre, para que su nombre sea
alabado en un mundo de apostasía e idolatría. Será exaltado por su pueblo
que guarda los mandamientos, a fin de que pueda exaltarlo “sobre todas las
naciones que hizo, para loor y fama y gloria”.
Deuteronomio 26:19
.
Por medio de nuestro voto bautismal reconocemos y confesamos so-
lemnemente que el Señor Jehová es nuestro Gobernante. Formulamos vir-
tualmente un juramento solemne, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo, para que de aquí en adelante nuestras vidas estén fusiona-
das con las vidas de estas tres grandes Personas, ce modo que la vida que
vivamos en la carne sea vivida en fiel obediencia de la sagrada ley de Dios.
Declaramos que estamos muertos, y que nuestra vida está escondida con
Cristo en Dios.—
Manuscrito 67, 1907
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