El reino de Dios en el corazón, 8 de enero
He aquí el reino de Dios está entre vosotros.
Lucas 17:21
.
El gobierno bajo el cual Jesús vivía era corrompido y opresivo; por todos
lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia y crueldad insultante.
Sin embargo, el Salvador no intentó hacer reformas civiles, no atacó los
abusos nacionales ni condenó a los enemigos nacionales. No intervino en la
autoridad ni en la administración de los que estaban en el poder. El que era
nuestro ejemplo se mantuvo alejado de los gobiernos terrenales. No porque
fuese indiferente a los males de los hombres, sino porque el remedio no
consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser eficiente,
la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y debía regenerar el
corazón.—
El Deseado de Todas las Gentes, 470
.
Algunos de los fariseos habían venido a Jesús y le habían preguntado
“cuándo había de venir el reino de Dios”. Habían pasado más de tres años
desde que Juan el Bautista diera el mensaje que a manera de toque de
trompeta había repercutido por el país: “Arrepentíos, que el reino de los
cielos se ha acercado”.
Mateo 3:2
. Y sin embargo los fariseos no veían
señal alguna del establecimiento del reino...
Jesús contestó: “El reino de Dios no vendrá con advertencia [manifesta-
ción exterior, VM] ni dirán: Helo aquí, o helo allí: porque he aquí el reino
de Dios entre vosotros está”. No busquéis aquí o allí manifestaciones de
poder terrenal que señalen su comienzo.—
Ibid. 467
.
Las obras de Cristo no sólo declaraban que era el Mesías, sino que
manifestaban cómo iba a establecerse su reino. ... El reino de Dios no viene
con manifestaciones externas. Viene mediante la dulzura de la inspiración
de su Palabra, la obra interior de su Espíritu, y la comunión del alma con
Aquel que es su vida. La mayor demostración de su poder se advierte en la
naturaleza humana llevada a la perfección del carácter de Cristo...
Cristo vino a la tierra, y se presentó ante los hijos de los hombres con
el atesorado amor de la eternidad, y tal es el caudal que, por medio de
nuestra unión con él, hemos de recibir para manifestarlo y distribuirlo.—
El
Ministerio de Curación, 23, 24
.
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