Página 171 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Soledad indescriptible, 4 de junio
He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo.
Isaías 63:3
.
Durante su niñez, su juventud y su edad viril, Jesús anduvo solo. En
su pureza y fidelidad, pisó solo el lagar, y ninguno del pueblo estuvo con
él. Llevó el espantoso peso de la responsabilidad de salvar a los hombres.
Sabía que a menos que hubiese un cambio definido en los principios y
los propósitos de la familia humana, todos se perderían. Era esto lo que
pesaba sobre su alma, y nadie podía apreciar esa carga que descansaba
sobre él.—
El Deseado de Todas las Gentes, 71
.
Durante toda su vida, su madre y sus hermanos no comprendieron
su misión. Ni aun sus discípulos le comprendieron. Había morado en la
luz eterna, siendo uno con Dios, pero debía pasar en la soledad su vida
terrenal. Como uno de nosotros, debía llevar la carga de nuestra culpabilidad
y desgracia. El Ser sin pecado debía sentir la vergüenza del pecado. El
amante de la paz debía habitar con la disensión, la verdad debía morar
con la mentira, la pureza con la vileza. Todo el pecado, la discordia y la
contaminadora concupiscencia de la transgresión torturaban su espíritu.
Debía hollar la senda y llevar la carga solo. Sobre Aquel que había de-
puesto su gloria y aceptado la debilidad de la humanidad, debía descansar la
redención del mundo. El lo veía y sentía todo, pero su propósito permanecía
firme. De su brazo dependía la salvación de la especie caída, y extendió su
mano para asir la mano del Amor omnipotente.—
El Deseado de Todas las
Gentes 71:85, 86
.
La soledad de Cristo, separado de las cortes celestiales, viviendo la
vida de los seres humanos, nunca fue comprendida ni apreciada por sus
discípulos como debiera haberlo sido... Cuando ya no estaba con ellos y se
sintieron en verdad como ovejas sin pastor, empezaron a ver cómo hubieran
podido hacerle atenciones que hubieran infundido alegría a su corazón...
La misma necesidad es evidente en nuestro mundo de hoy. Son pocos
los que aprecian todo lo que Cristo es para ellos. Si lo hicieran expresa-
rían el gran amor de María, ofrendarían libremente el ungüento, y no lo
considerarían un derroche.
Mateo 26:6-13
.—
Ibid. 517, 518
.
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