¡Tan costoso y sin embargo gratuito! 20 de junio
Por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.
Romanos 5:18
.
El dinero no puede comprarla, ni el intelecto discernirla, ni el poder
mandarla; mas Dios concede generosamente su gracia a todos los que quie-
ran aceptarla. Pero los hombres deben sentir su necesidad y, renunciando a
toda dependencia propia, aceptar la salvación como un don. Los que entren
en el cielo no escalarán sus muros mediante su propia justicia, ni se abrirán
sus portales para ellos como consecuencia de costosas ofrendas de oro o
plata, sino que obtendrán entrada en las mansiones de la casa del Padre por
medio de los méritos de la cruz de Cristo.—
Hijos e Hijas de Dios, 235
.
Para el hombre pecador, el más grande consuelo, la mayor causa de
regocijo, es que el cielo ha dado a Jesús para que sea el Salvador del
pecador... Se ofreció para llegar al terreno donde Adán tropezó y cayó; para
hacer frente al tentador en el campo de batalla, y para vencerlo en favor
del hombre. Contemplémoslo en el desierto de la tentación. Ayunó durante
cuarenta días y cuarenta noches soportando los más fieros embates de los
poderes de las tinieblas. Pisó “solo el lagar, y de los pueblos nadie” hubo a
su lado.
Isaías 63:3
. No por sí mismo, sino para quebrantar la cadena que
mantenía a la raza humana esclavizada a Satanás.—
The Review and Herald,
15 de marzo de 1887
.
Así como Cristo, en su humanidad, buscaba fuerza de su Padre para
poder soportar la prueba y la tentación, también debemos hacerlo nosotros.
Debemos seguir el ejemplo del inmaculado Hijo de Dios. Necesitamos dia-
riamente ayuda, gracia y poder de la Fuente de todo poder. Debemos echar
nuestras impotentes almas sobre el Único que está pronto a ayudarnos en
todo momento de necesidad. Demasiado a menudo nos olvidamos del Se-
ñor. Cedemos a nuestros impulsos y perdemos las victorias que deberíamos
ganar.
Si somos vencidos, no dilatemos en arrepentirnos y en aceptar el perdón
que nos pondrá en posición ventajosa. Si nos arrepentimos y creemos,
será nuestro el poder purificador de Dios. Su gracia salvadora se ofrece
gratuitamente. Su perdón se otorga a todos los que quieran recibirlo.—
In
Heavenly Places, 52
.
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