Página 191 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Cristo, nuestra justicia, 24 de junio
A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre,
para manifestar en este tiempo su justicia, a causa de haber pasado
por alto, en su paciencia, los pecados pasados.
Romanos 3:25
.
Cristo es llamado “Jehová, justicia nuestra”, y mediante la fe cada uno
debería decir: “Jehová, justicia mía”. Cuando la fe se aferre de este don
de Dios, la alabanza de Dios estará en nuestros labios y podremos decir
a otros: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Juan 1:29
. Entonces podremos hablar a los perdidos en cuanto al plan de
salvación, [para decirles] que cuando el mundo yacía bajo la maldición del
pecado, el Señor presentó condiciones de misericordia al pecador caído y sin
esperanza, y reveló el valor y significado de su gracia. La gracia es un favor
inmerecido... Fue la gracia la que envió a nuestro Salvador a buscarnos,
cuando éramos peregrinos, para llevarnos de vuelta al redil...
Nadie puede mirarse a sí mismo y encontrar algo en su carácter que lo
recomiende ante Dios o haga segura su aceptación. Sólo mediante Jesús, a
quien el Padre dio por la vida del mundo, puede encontrar acceso a Dios
el pecador. Sólo Jesús es nuestro Redentor, nuestro Abogado y Mediador.
Nuestra única esperanza de perdón, paz y justicia está en él. En virtud de la
sangre de Cristo, el alma herida de pecado puede ser restaurada a la salud...
Fuera de Cristo no tenéis ningún mérito, ninguna justicia. Nuestra
pecaminosidad, nuestra debilidad, nuestra imperfección humana hacen im-
posible que aparezcamos delante de Dios a menos que seamos revestidos
con la justicia inmaculada de Cristo...
Cuando respondéis a la atracción de Cristo y os unís con él, manifestáis
fe salvadora... La fe familiariza al alma con la existencia y la presencia de
Dios y, viviendo completamente para la gloria de Dios, discernimos más
y más la belleza del carácter divino, la excelencia de su gracia. Nuestras
almas se robustecen con poder espiritual, pues respiramos la atmósfera del
cielo... Nos elevamos por encima del mundo contemplando a Aquel que es
el principal entre diez mil y todo él codiciable, y al contemplarlo, somos
transformados a su imagen.—
Mensajes Selectos 1:389-393
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