El espíritu, promesa de Cristo, 2 de julio
Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con
vosotros para siempre: el Espíritu de verdad.
Juan 14:16, 17
.
Antes de ofrecerse como víctima para el sacrificio, Cristo buscó el don
más esencial y completo que pudiese otorgar a sus seguidores, un don que
pusiese a su alcance los ilimitados recursos de la gracia. “Yo rogaré al
Padre—dijo—, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre: Al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque
no le ve, ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y
será en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.
Juan 14:16-18
.
Antes de esto, el Espíritu había estado en el mundo; desde el mismo
principio de la obra de redención había estado moviendo los corazones
humanos. Pero mientras Cristo estaba en la tierra, los discípulos no ha-
bían deseado otro ayudador. Y antes de verse privados de su presencia no
sentirían su necesidad del Espíritu, pero entonces vendría.
El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la
personalidad humana e independiente de ella. Estorbado por la humanidad,
Cristo no podía estar en todo lugar personalmente. Por lo tanto, convenía a
sus discípulos que fuese al Padre y enviase el Espíritu como su sucesor en
la tierra. Nadie podría entonces tener ventaja por su situación o su contacto
personal con Cristo. Por el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos. En
este sentido, estaría más cerca de ellos que si no hubiese ascendido a lo
alto.—
El Deseado de Todas las Gentes, 622, 623
.
La promesa nos pertenece ahora tan ciertamente como perteneció a los
discípulos... Que cada miembro de iglesia se arrodille delante de Dios y ore
fervientemente por la recepción del Espíritu. Clamad: “Señor, aumenta mi
fe. Hazme comprender tu Palabra; porque la entrada de tu Palabra da luz.
Refrigérame con tu presencia. Llena mi corazón con tu Espíritu”.—
The
Review and Herald, 10 de junio de 1902
.
En toda ocasión y lugar, en todas las tristezas y aflicciones, cuando la
perspectiva parece sombría y el futuro nos deja perplejos y nos sentimos
impotentes y solos, se envía el Consolador en respuesta a la oración de
fe.—
El Deseado de Todas las Gentes, 623
.
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