Esa suave vocecilla, 13 de julio
Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
Hebreos 3:7,
8
.
La conciencia es la voz de Dios que se escucha en medio de los conflic-
tos de las pasiones humanas; cuando se la resiste, se contrista al Espíritu de
Dios.—
Testimonies for the Church 5:120
.
Los hombres tienen el poder de apagar el Espíritu de Dios; se les deja
la facultad de elegir. Se les da libertad de acción. Pueden ser obedientes
por el nombre y la gracia de nuestro Redentor, o desobedientes, y sentir las
consecuencias.—
Obreros Evangélicos, 183
.
El Señor requiere que obedezcamos la voz del deber, cuando haya otras
voces alrededor de nosotros instándonos a seguir una conducta opuesta.
Se demanda nuestra ferviente atención para distinguir la voz que habla de
parte de Dios. Debemos resistir y vencer la inclinación, y obedecer la voz
de la conciencia sin discusiones ni transigencias, no sea que cesen sus ad-
vertencias y la voluntad y el impulso tomen las riendas. La Palabra de Dios
llega a todos nosotros, los que no hemos resistido a su Espíritu mediante
la decisión de no oír ni obedecer. Esta voz se escucha en advertencias,
consejos y reprensiones. Es el mensaje de Dios para iluminar a su pueblo.
Si esperamos llamamientos más estentóreos o mejores oportunidades, la
luz puede ser retirada y quedaremos en tinieblas...
Las súplicas del Espíritu, descuidadas hoy porque el placer o la incli-
nación nos conducen en dirección opuesta, pueden carecer de poder para
convencer y hasta para causar impresión en el día de mañana. Mejorar las
oportunidades del presente, con corazones prontos y dispuestos, es la única
manera de crecer en gracia y en el conocimiento de la verdad. Siempre
debiéramos albergar la impresión de que, individualmente, estamos de pie
frente al Señor de los ejércitos; no debiéramos permitir que ni una palabra,
ni un acto, ni un pensamiento ofendan el ojo del Eterno... Si sintiéramos
que en todo lugar somos siervos del Altísimo, seríamos más circunspectos;
toda nuestra vida tendría para nosotros un significado y una santidad que
los honores terrenales no pueden dar.—
Testimonies for the Church 5:69,
70
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