Página 222 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Dado condicionalmente, 23 de julio
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero
los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
Romanos 8:5
.
Cristo prometió el don del Espíritu Santo a su iglesia, y la promesa nos
pertenece tanto a nosotros como a los primeros discípulos. Pero como toda
otra promesa, se da con ciertas condiciones. Son muchos los que profesan
creer y atenerse a las promesas del Señor; hablan de Cristo y del Espíritu
Santo; mas no reciben beneficio, porque no entregan sus almas a la dirección
de los agentes divinos.
No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien
nos ha de emplear a nosotros. Por medio del Espíritu, Dios obra en su
pueblo “así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.
Filipenses
2:13
. Pero muchos no quieren someterse a ser guiados. Quieren dirigirse a sí
mismos. Esta es la razón por la cual no reciben el don celestial. Únicamente
a aquellos que esperan humildemente en Dios, que esperan su dirección
y gracia, se da el Espíritu. Esta bendición prometida, pedida con fe, trae
consigo todas las demás bendiciones. Se da según las riquezas de la gracia
de Cristo, quien está listo para abastecer a toda alma según su capacidad de
recepción.
El impartimiento del Espíritu es el impartimiento de la vida de Cristo.
Únicamente aquellos que son así enseñados por Dios, únicamente aquellos
en cuyo interior obra el Espíritu, y en cuya vida se manifiesta la vida
de Cristo, pueden ocupar la posición de verdaderos representantes del
Salvador...
Cristo prometió que el Espíritu Santo habitaría en aquellos que luchasen
para obtener la victoria sobre el pecado, para demostrar el poder de la fuerza
divina dotando al agente humano de fuerza sobrenatural e instruyendo al
ignorante en los misterios del reino de Dios...
Cuando uno ha quedado completamente despojado del yo, cuando todo
falso dios es excluido del alma, el vacío es llenado por el influjo del Espíritu
de Cristo. El tal tiene la fe que purifica el alma de la contaminación. Queda
conformado con el Espíritu, y obedece a las cosas del Espíritu. No tiene
confianza en sí mismo. Para él, Cristo es todo y está en todo.—
Obreros
Evangélicos, 301-304
.
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