Demos y recibamos, 24 de julio
De gracia recibisteis, dad de gracia.
Mateo 10:8
.
Dijo Jesús: “El agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que
salte para vida eterna”.
Juan 4:14
. Cuando el Espíritu Santo os abra la
verdad, atesoraréis las experiencias más preciosas y desearéis hablar a otras
personas de las enseñanzas consoladoras que se os han revelado. Al tratar
con ellas, les comunicaréis un pensamiento nuevo acerca del carácter o la
obra de Cristo. Tendréis nuevas revelaciones del amor compasivo de Dios,
y las impartiréis a los que le aman y a los que no le aman...
El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber
de él con más abundancia, y mientras lo impartís a otros, lo recibiréis en
medida más rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma aumenta la
capacidad de saber y de amar. El clamor continuo del corazón es: “Más
de ti”, y a él responde siempre el Espíritu: “Mucho más”... A Jesús, quien
se entregó por entero para la salvación de la humanidad perdida, se le dio
sin medida el Espíritu Santo. Así será dado también a cada seguidor de
Cristo siempre que le entregue su corazón como morada. Nuestro Señor
mismo nos ordenó: “Sed llenos de Espíritu” y este mandamiento es también
una promesa de su cumplimiento. Era la voluntad del Padre que en Cristo
“habitase toda la plenitud”; y “en él estáis cumplidos”.
Colosenses 1:19
;
2:10
.—
El Discurso Maestro de Jesucristo, 24, 25
.
Mientras más del Espíritu de Dios y de su gracia sea llevado dentro de
nuestra experiencia diaria, habrá menos disensión, tendremos más gozo y
lo impartiremos más a otros.—
En Lugares Celestiales, 309
.
Cristo es el gran centro, la fuente de toda fuerza. Sus discípulos han
de recibir de él sus provisiones. Los más inteligentes, los mejor dispuestos
espiritualmente, pueden otorgar a otros solamente lo que reciben. De sí mis-
mos, no pueden suplir en nada las necesidades del alma. Podemos impartir
únicamente lo que recibimos de Cristo; y podemos recibir únicamente a
medida que impartimos a otros. A medida que continuamos impartiendo,
continuamos recibiendo; y cuanto más impartamos, tanto más recibiremos.
Así podemos constantemente creer, confiar, recibir e impartir.—
El Deseado
de Todas las Gentes, 337, 338
.
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