Para que el mundo sepa, 7 de agosto
Vosotros... sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios.
Isaías 43:12
.
Un cristiano viviente tendrá un testimonio viviente que dar. Si habéis
estado siguiendo a Jesús paso a paso, tendréis algo definido que relatar en
cuanto a la forma en que os ha conducido. Podréis decir cómo probasteis
su promesa, y descubristeis que era verdadera. Podéis señalar los puntos
culminantes de vuestra experiencia, sin retroceder muchos años en el pasado.
Quién nos diera que pudiéramos escuchar más a menudo los sencillos y
fervientes testimonios referentes a conflictos del corazón y a victorias...
Todo verdadero cristiano tendrá que librar una batalla para practicar los
principios de la verdad como para asentir con ellos... El Capitán de nuestra
salvación demanda testimonios frescos del campo de acción. Los que han
sido fieramente combatidos por los enemigos de la verdad y el adversario
de las almas, y que se han conducido como lo hizo Jesús en su hora de
prueba, tendrán un testimonio que dar que impresionará los corazones de
los oyentes. Ciertamente serán testigos de Jesús.—
The Review and Herald,
20 de diciembre de 1881
.
No siempre comprendemos el poder del ejemplo. Estamos en contacto
con otros. Nos encontramos con personas que yerran, que cometen errores
de diversas maneras. Pueden ser desagradables, violentas, apasionadas, dic-
tatoriales. Cuando tratamos con éstas debemos ser pacientes, perdonadores,
bondadosos y suaves... Hay pruebas y perplejidades que todos nosotros
hemos de encontrar, porque estamos en un mundo de preocupaciones, ansie-
dades y chascos. Pero estos continuos contratiempos deben enfrentarse con
el espíritu de Cristo. A través de la gracia podemos elevarnos sobre nuestro
ambiente, y mantener nuestros espíritus en calma y serenos en medio de
las irritaciones y preocupaciones de la vida diaria. Así representaremos a
Cristo ante el mundo.—
Nuestra Elevada Vocación, 245
.
Cristo trató de salvar al mundo, no conformándose a él, sino revelándole
el poder transformador de la gracia de Dios que modela el carácter humano
de acuerdo con la semejanza del de Cristo.—
Hijos e Hijas de Dios, 125
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