Página 242 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Una influencia siempre creciente, 11 de agosto
Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la
enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e
irreprochable.
Tito 2:7, 8
.
La vida de Cristo era de una influencia siempre creciente, sin límites;
una influencia que lo ligaba a Dios y a toda la familia humana. Por medio de
Cristo, Dios ha investido al hombre de una influencia que le hace imposible
vivir para sí. Estamos individualmente vinculados con nuestros semejantes,
somos una parte del gran todo de Dios y nos hallamos bajo obligaciones
mutuas. Ningún hombre puede ser independiente de sus prójimos, pues el
bienestar de cada uno afecta a los demás. Es el propósito de Dios que cada
uno se sienta necesario para el bienestar de los otros y trate de promover su
felicidad...
Toda persona con la cual nos relacionamos queda, consciente o incons-
cientemente, afectada por la atmósfera que nos rodea...
Es ésta una responsabilidad de la que no nos podemos librar. Nuestras
palabras, nuestros actos, nuestro vestido, nuestra conducta, hasta la expre-
sión de nuestro rostro, tienen influencia... Si por nuestro ejemplo ayudamos
a otros a desarrollar buenos principios, les damos poder para hacer el bien.
Ellos a su vez ejercen la misma influencia sobre otros, y éstos sobre otros
más. De este modo, miles pueden ser bendecidos por nuestra influencia
inconsciente...
El carácter es poder. El testimonio silencioso de una vida sincera, abne-
gada y piadosa, tiene una influencia casi irresistible. Al revelar en nuestra
propia vida el carácter de Cristo, cooperamos con él en la obra de salvar
almas. Solamente revelando en nuestra vida su carácter, podemos cooperar
con él. Y cuanto más amplia es la esfera de nuestra influencia, mayor bien
podemos hacer. Cuando los que profesan servir a Dios sigan el ejemplo
de Cristo practicando los principios de la ley en su vida diaria; cuando
cada acto dé testimonio de que aman a Dios más que todas las cosas y a su
prójimo como a sí mismos, entonces la iglesia tendrá poder para conmover
al mundo.—
Palabras de Vida del Gran Maestro, 318-321
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