Para el más desesperado, 14 de agosto
Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos
fraternalmente, misericordiosos, amigables.
1 Pedro 3:8
.
Cristo vino a poner la salvación al alcance de todos. Sobre la cruz
del Calvario pagó el precio infinito de la redención de un mundo perdi-
do... Su misión estaba destinada a los pecadores: de todo grado, de toda
lengua y nación... Los que más yerran, los más pecaminosos, no fueron
pasados por alto; sus labores estaban especialmente dedicadas a aquellos
que más necesitaban la salvación que él había venido a ofrecer. Cuanto
mayores eran sus necesidades de reforma, más profundo era el interés de
él, mayor su simpatía, y más fervientes sus labores. Su gran corazón lleno
de amor se conmovió hasta sus profundidades en favor de aquellos cuya
condición era más desesperada, de aquellos que más necesitaban su gracia
transformadora...
Para salvar a los que yerran, debemos cultivar el espíritu con que Cristo
trabajó. Ellos le son tan caros como nosotros. Son igualmente capaces de ser
trofeos de su gracia y herederos del reino. Pero están expuestos a las trampas
del astuto enemigo, expuestos al peligro y a la contaminación, y sin la gracia
salvadora de Cristo, a la ruina segura. Si nosotros considerásemos este
asunto en su debida luz, ¡cómo se vivificaría nuestro celo, se multiplicarían
nuestros esfuerzos fervientes y abnegados, a fin de acercarnos a aquellos
que necesitan nuestra ayuda, nuestras oraciones, nuestra simpatía y nuestro
amor!—
Joyas de los Testimonios 2:246, 248, 249
.
Acercaos al gran corazón de amor compasivo y dejad que la corriente
de esa compasión divina fluya a vuestro corazón, y de vosotros a los cora-
zones ajenos. Sea la ternura y misericordia que Jesús reveló en su preciosa
vida un ejemplo de la manera en que nosotros debemos tratar a nuestros
semejantes, especialmente a los que son nuestros hermanos en Cristo...
Nunca seáis fríos, sin corazón y simpatía, ni dados a la censura. Nunca
perdáis una oportunidad de decir una palabra que anime e inspire esperanza.
No podemos decir cuánto alcance pueden tener nuestras palabras tiernas y
bondadosas.—
Ibid. 255, 256
. (Traducción revisada.)
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