Transformados por la contemplación, 13 de agosto
Nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la
gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Espíritu del Señor.
2 Corintios 3:18
.
La obra de transformación de la impiedad a la santidad es continua. Día
tras día Dios obra la santificación del hombre, y éste debe cooperar con él,
haciendo esfuerzos perseverantes a fin de cultivar hábitos correctos. Debe
añadir gracia sobre gracia; y mientras el hombre trabaja según el plan de
adición, Dios obra para él según el plan de multiplicación. Nuestro Salvador
está siempre listo para oír y contestar la oración de un corazón contrito,
y multiplica para los fieles su gracia y paz. Gozosamente derrama sobre
ellos las bendiciones que necesitan en sus luchas contra los males que los
acosan.—
Los Hechos de los Apóstoles, 424, 425
.
Juan y Judas representan a los que profesan ser seguidores de Cristo.
Ambos discípulos tuvieron las mismas oportunidades de estudiar y seguir
al Modelo divino. Ambos estuvieron íntimamente relacionados con Jesús y
tuvieron el privilegio de escuchar sus enseñanzas. Cada uno poseía graves
defectos de carácter. Y ambos tuvieron acceso a la gracia divina que trans-
forma el carácter. Pero mientras uno en humildad aprendía de Jesús, el otro
reveló que no era un hacedor de la palabra, sino solamente un oidor. El uno,
destruyendo diariamente el yo y venciendo al pecado, fue santificado por
medio de la verdad; el otro, resistiendo al poder transformador de la gracia
y dando rienda suelta a sus deseos egoístas, fue reducido a servidumbre por
Satanás.
Semejante transformación de carácter como la observada en la vida
de Juan, es siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir
defectos notables en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser un
verdadero discípulo de Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y
santifica. Contemplando como por un espejo la gloria del Señor, es trans-
formado de gloria en gloria, hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien
adora...
Dios puede ser honrado por los que profesan creer en él únicamente
cuando se asemejan a su imagen y son dirigidos por su Espíritu.—
Los
Hechos de los Apóstoles, 446, 447
.
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