Página 250 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Aguarda a que pidamos, 19 de agosto
Pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.
Juan 16:24
.
La oración es el medio ordenado por el cielo para tener éxito en el
conflicto con el pecado y desarrollar el carácter cristiano. Las influencias
divinas que vienen en respuesta a la oración de fe, efectuarán en el alma del
suplicante todo lo que pide. Podemos pedir perdón del pecado, el Espíritu
Santo, un temperamento semejante al de Cristo, sabiduría y poder para
realizar su obra, o cualquier otro don que él ha prometido; y la promesa es:
“Se os dará”.—
Los Hechos de los Apóstoles, 450, 451
.
Jesús es nuestro ayudador; debemos vencer en él y mediante él. La
gracia de Cristo está esperando que la pidáis... El os dará gracia y fortaleza
a medida que la necesitéis y se la pidáis... La religión de Cristo atará y
restringirá toda pasión no santificada, estimulará hacia la energía, hacia la
disciplina propia y el trabajo, aun en las cuestiones hogareñas de la vida
diaria, y nos conducirá a aprender economía, tacto, abnegación y a soportar
aun las privaciones sin murmurar. El Espíritu de Cristo en el corazón
será revelado en el carácter, en el que desarrollará cualidades nobles y
capacidades. “Bástate mi gracia” (
2 Corintios 12:9
), dice Cristo.—
Nuestra
Elevada Vocación, 31
.
Haced cuanto podáis para que haya una comunión continua entre Jesús
y vuestra alma... Debemos también orar en el círculo de nuestra familia; y
sobre todo no descuidar la oración privada, porque ésta es la vida del alma.
Es imposible que el alma florezca cuando se descuida la oración. La sola
oración pública o con la familia no es suficiente. En medio de la soledad
abrid vuestra alma al ojo penetrante de Dios. La oración secreta sólo debe
ser oída del que escudriña los corazones: Dios. Ningún oído curioso debe
recibir el peso de tales peticiones. En la oración privada el alma está libre
de las influencias del ambiente, libre de excitación... Por una fe sencilla y
tranquila el alma se mantiene en comunión con Dios y recoge los rayos de
la luz divina para fortalecerse y sostenerse en la lucha contra Satanás.—
El
Camino a Cristo, 98, 99
.
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