Página 307 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Permanezcamos en Cristo, 12 de octubre
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en
él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Juan 15:5
.
Muchos tienen la idea de que deben hacer alguna parte de la obra so-
los. Ya han confiado en Cristo para el perdón de sus pecados, pero ahora
procuran vivir rectamente por sus propios esfuerzos. Mas tales esfuerzos
se desvanecerán. Jesús dice: “Porque separados de mí nada podéis hacer”.
Nuestro crecimiento en la gracia, nuestro gozo, nuestra utilidad, todo de-
pende de nuestra unión con Cristo. Solamente estando en comunión con él
diariamente, a cada hora permaneciendo en él, es como hemos de crecer
en la gracia. El no es solamente el autor sino también el consumador de
nuestra fe. Cristo es el principio, el fin, la totalidad. Estará con nosotros
no solamente al principio y al fin de nuestra carrera, sino en cada paso del
camino. David dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque
estando él a mi diestra, no resbalaré”.
Salmos 16:8
.
Preguntaréis, tal vez: “¿Cómo permaneceremos en Cristo?” Del mismo
modo en que lo recibisteis al principio. “De la manera, pues, que recibisteis
a Cristo Jesús el Señor, así andad en él”.
Colosenses 2:6
... Habéis profesado
daros a Dios, con el fin de ser enteramente suyos para servirle y obedecerle,
y habéis aceptado a Cristo como vuestro Salvador. No podéis por vosotros
mismos expiar vuestros pecados o cambiar vuestro corazón; mas habiéndoos
entregado a Dios, creísteis que por causa de Cristo él hizo todo esto por
vosotros. Por la
fe
llegasteis a ser de Cristo, y por la fe tenéis que crecer en
él dando y tomando a la vez. Tenéis que
darle
todo: el corazón, la voluntad,
la vida, daros a él para obedecer todos sus requerimientos; y debéis
tomar
todo: a Cristo, la plenitud de toda bendición, para que habite en vuestro
corazón y para que sea vuestra fuerza, vuestra justicia, vuestra eterna ayuda,
a fin de que os dé poder para obedecerle...
Vuestra debilidad está unida a su fuerza, vuestra ignorancia a su sa-
biduría, vuestra fragilidad a su eterno poder. Así que no debéis miraros
a vosotros, ni depender de vosotros, mas mirad a Cristo.—
El Camino a
Cristo, 68-70
.
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