“La plenitud de Dios”, 31 de octubre
Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para
que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Efesios 3:19
.
Dios invita a los que conocen su voluntad a que sean hacedores de su
Palabra. La debilidad, la tibieza y la indecisión provocan los asaltos de
Satanás; y los que permiten el desarrollo de estos defectos serán arrastrados,
impotentes, por las violentas olas de la tentación...
Debemos aprovechar diligentemente todo medio de gracia para que el
amor de Dios abunde más y más en el alma, “para que discernáis lo mejor;
que seáis sinceros y sin ofensa para el día de Cristo; llenos de frutos de
justicia”.
Filipenses 1:10, 11
. Vuestra vida cristiana debe asumir formas
vigorosas y robustas. Podéis alcanzar la alta norma que se os presenta
en las Escrituras, y debéis hacerlo si queréis ser hijos de Dios. No podéis
permanecer quietos; debéis avanzar o retroceder. Debéis tener conocimiento
espiritual, a fin de poder comprender “con todos los santos cuál sea la
anchura y la longura, y la profundidad y la altura, y conocer el amor de
Cristo”, para “que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”...
¿Queréis tener un crecimiento cristiano raquítico, o queréis progresar
saludablemente en la vida divina? Donde hay salud espiritual hay creci-
miento. El hijo de Dios crece hasta la plena estatura de hombre o mujer en
Cristo. No hay límite para su mejoramiento...
Tenemos que ganar grandes victorias, o perder el cielo. El corazón carnal
debe ser crucificado; porque tiende hacia la corrupción moral, y el fin de
ella es la muerte. Nada que no sea la influencia vivificadora del Evangelio
puede ayudar al alma. Orad para que las poderosas energías del Espíritu
Santo, con todo su poder vivificador, recuperador y transformador, caigan
como un choque eléctrico sobre el alma paralizada, haciendo pulsar cada
nervio con nueva vida, restaurando todo el hombre, de su condición muerta,
terrenal y sensual a una sanidad espiritual. Así llegaréis a ser participantes
de la naturaleza divina, habiendo escapado a la corrupción que reina en el
mundo por la concupiscencia; y en vuestras almas se reflejará la imagen
de Aquel por cuyas heridas somos sanados.—
Joyas de los Testimonios
2:96-98, 100
.
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