¿Por qué tenemos pruebas? 30 de octubre
Se sentará para afinar y limpiar la plata; porque limpiará a los hijos
de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová
ofrenda en justicia.
Malaquías 3:3
.
He aquí el proceso, el proceso refinador y purificador que debe realizar el
Señor de los ejércitos. La obra es sumamente aflictiva para el alma, pero sólo
mediante este proceso pueden ser removidos los escombros y las impurezas
contaminantes. Todas nuestras pruebas son necesarias para acercarnos a
nuestro Padre celestial en obediencia a su voluntad, para que podamos
ofrecer al Señor ofrenda en justicia. Dios ha dado a cada cual capacidad y
talentos que mejorar. Necesitamos una experiencia nueva y viviente en la
vida divina, para hacer la voluntad de Dios. Ni toda la experiencia pasada
nos bastará para el presente o nos fortalecerá para vencer las dificultades de
nuestro camino. Necesitamos nueva gracia y fortaleza fresca cada día a fin
de ser victoriosos...
Abrahán, Moisés, Elías, Daniel, y muchos otros, fueron severamente
probados pero no de la misma manera. Todos tuvieron sus propias prue-
bas individuales en el drama de la vida, pero rara vez la misma prueba
sobreviene dos veces. Cada cual tuvo su propia experiencia, peculiar en sus
características y circunstancias, para realizar cierta tarea. Dios tiene una
obra, un propósito para la vida de cada uno de nosotros. Cada acto, por
pequeño que sea, ocupa su lugar en la experiencia de nuestra vida...
Ojalá todos pudieran sentir que cada paso que dan puede tener una
influencia perdurable y dominante sobre sus propias vidas y sobre el ca-
rácter de los demás. ¡Cuánto necesitamos entonces de comunión con Dios!
¡Cuánta necesidad de la gracia divina para que conduzca nuestras pisadas,
y nos muestre cómo perfeccionar caracteres cristianos!
Los cristianos tendrán que pasar por nuevas escenas y nuevas pruebas,
para las cuales su experiencia del pasado no será guía suficiente. Nece-
sitamos tanto aprender del divino Maestro ahora, como en cualquier otro
período de nuestra vida, y aún más.—
The Review and Herald, 22 de junio
de 1886
.
[312]
321