Gozo al compartir, 23 de noviembre
Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe?
¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su
venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo.
1 Tesalonicenses 2:19, 20
.
Dios podría haber alcanzado su objeto de salvar a los pecadores sin
nuestra ayuda; pero a fin de que podamos desarrollar un carácter como el
de Cristo, debemos participar en su obra. A fin de entrar en su gozo—el
gozo de ver almas redimidas por su sacrificio—, debemos participar de sus
labores en favor de su redención.—
El Deseado de Todas las Gentes, 116
.
Jesús veía en toda alma un ser que debía ser llamado a su reino. Alcan-
zaba el corazón de la gente yendo entre ella como quien desea su bien. La
buscaba en las calles, en las casas privadas, en los barcos, en la sinagoga, a
orillas del lago, en la fiesta de bodas. Se encontraba con ella en sus ocupa-
ciones diarias y manifestaba interés en sus asuntos seculares. Llevaba sus
instrucciones hasta la familia, poniéndola, en el hogar, bajo la influencia
de su presencia divina. Su intensa simpatía personal le ayudaba a ganar los
corazones...
Fue por medio del contacto y la asociación personales como Jesús
preparó a sus discípulos. A veces les enseñaba sentado entre ellos en la
ladera de la montaña; a veces a la orilla del mar, o andando con ellos en el
camino, les revelaba los misterios del reino de Dios. No sermoneaba, como
hacen los hombres hoy. Dondequiera que hubiese corazones abiertos para
recibir el mensaje divino, revelaba las verdades del camino de salvación.
No ordenaba a sus discípulos que hiciesen esto o aquello, sino que decía:
“Seguid en pos de mí”. En sus viajes por el campo y las ciudades, los llevaba
consigo, a fin de que pudiesen ver cómo enseñaba él a la gente...
El ejemplo de Cristo, al vincularse con los intereses de la humanidad,
debe ser seguido por todos los que predican su Palabra y por todos los que
han recibido el Evangelio de su gracia... No sólo desde el púlpito han de ser
los corazones humanos conmovidos por la verdad divina. Hay otro campo
de trabajo, más humilde tal vez, pero tan plenamente promisorio. Se halla
en el hogar de los humildes y en la mansión de los encumbrados.—
Ibid.
125, 126
.
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