Página 360 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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La gloria de Dios se ve en sus obras, 1 de diciembre
Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de
su gloria.
Isaías 6:3
.
No sólo el jardín del Edén, sino toda la tierra era sumamente hermosa al
salir de la mano del Creador. No la desfiguraba ninguna mancha de pecado
ni sombra de muerte. La gloria de Dios “cubre los cielos, y la tierra se llena
de su alabanza”.
Habacuc 3:3
. “A una cantaron las estrellas de la mañana,
y gritaron de alegría todos los hijos de Dios”.
Job 38:7
. De ese modo era
la tierra un emblema adecuado de Aquel que es “grande en misericordia y
en fidelidad” (
Éxodo 34:6
), un estudio propio para los seres creados a su
imagen. El huerto del Edén era una representación de lo que Dios deseaba
que llegase a ser toda la tierra, y su propósito era que, a medida que la
familia humana creciese en número, estableciera otros hogares y escuelas
semejantes al que él había dado. De ese modo, con el transcurso del tiempo,
toda la tierra debía ser ocupada por hogares y escuelas donde se estudiaran
la Palabra y las obras de Dios y donde los estudiantes se preparasen para
reflejar cada vez más plenamente, a través de los siglos sin fin, la luz del
conocimiento de su gloria.—
La Educación, 19
.
Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturale-
za física, mental y espiritual, la semejanza de su Hacedor. “Creó Dios al
hombre a su imagen” (
Génesis 1:27
), con el propósito de que, cuanto más
viviera, más plenamente revelara esa imagen—más plenamente reflejara
la gloria del Creador. Todas sus facultades eran susceptibles de desarrollo;
su capacidad y vigor debían aumentar continuamente. Vasta era la esfera
que se ofrecía a su actividad, glorioso el campo abierto a su investigación.
Los misterios del universo visible—“las obras de Aquel que es perfecto en
saber” (
Job 37:16
)—invitaban al hombre a estudiar. Tenía el alto privile-
gio de relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Hacedor. Si hubiese
permanecido leal a Dios, todo esto le hubiera pertenecido para siempre. A
través de los siglos eternos, hubiera seguido adquiriendo nuevos tesoros de
conocimiento, descubriendo nuevos manantiales de felicidad y obteniendo
conceptos cada vez más claros de la sabiduría, del poder y del amor de
Dios.—
Ibid. 12, 13
.
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