Página 45 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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El invisible rey de Israel, 4 de febrero
Y sobre el monte de Sinaí descendiste, y hablaste con ellos desde el
cielo, y les diste juicios rectos, leyes verdaderas, y estatutos y
mandamientos buenos.
Nehemías 9:13
.
A través de todas las páginas de la historia sagrada, donde está registrada
la relación de Dios con su pueblo escogido, hay huellas vivas del gran Yo
Soy. Nunca dio el Señor a los hijos de los hombres más amplias revelaciones
de su poder y gloria que cuando fue reconocido como único soberano de
Israel y dio la ley a su pueblo. Había allí un cetro que no era empuñado por
manos; y las majestuosas manifestaciones del invisible Rey de Israel fueron
indeciblemente grandiosas y temibles.
En todas estas revelaciones de la presencia divina, la gloria de Dios se
manifestó por medio de Cristo. No sólo cuando vino el Salvador, sino a
través de todos los siglos después de la caída del hombre y de la promesa
de la redención, “Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí”.
2 Co-
rintios 5:19
. Cristo era el fundamento y el centro del sistema de sacrificios,
tanto en la era patriarcal como en la judía. Desde que pecaron nuestros
primeros padres, no ha habido comunicación directa entre Dios y el hombre.
El Padre puso el mundo en manos de Cristo para que por su obra mediadora
redimiera al hombre y vindicara la autoridad y santidad de la ley divina.
Toda comunicación entre el cielo y la raza caída se ha hecho por medio de
Cristo. Fue el Hijo de Dios quien dio a nuestros primeros padres la promesa
de la redención. Fue él quien se reveló a los patriarcas... Fue él quien dio la
ley a Israel. En medio de la terrible gloria del Sinaí, Cristo promulgó a todo
el pueblo los diez mandamientos de la ley de su Padre, y dio a Moisés esa
ley grabada en tablas de piedra...
Jesús era ya la luz de su pueblo, la luz del Mundo, antes de venir a la
tierra en forma humana. El primer rayo de luz que penetró la lobreguez
en que el pecado había envuelto al mundo, provino de Cristo. Y de él ha
emanado todo rayo de resplandor celestial que ha caído sobre los habitantes
de la tierra. En el plan de la redención, Cristo es el Alfa y la Omega, el
Primero y el Último.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 381-383
.
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