Página 46 - La Maravillosa Gracia de Dios (1973)

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Nuestro gobernante en los cielos, 5 de febrero
Jehová estableció en los cielos su trono y su reino domina sobre todos.
Salmos 103:19
.
Los tres hebreos fueron llamados a confesar a Cristo frente al horno de
fuego. El rey les había ordenado postrarse y adorar a la imagen de oro que
él había erigido, y los había amenazado que si no lo hacían serían arrojados
vivos al horno de fuego, pero ellos contestaron: “No cuidamos de respon-
derte sobre este negocio. He aquí nuestro Dios a quien honramos, puede
librarnos del horno de fuego ardiendo, y de tu mano, oh rey, nos librará. Y
si no, sepas, oh rey, que tu dios no adoraremos, ni tampoco adoraremos la
estatua que has levantado”.
Daniel 3:16-18
.—
Nuestra Elevada Vocación,
360
.
La actitud debida cuando se ora a Dios consiste en arrodillarse... Pero ese
acto constituía un homenaje que debe rendirse únicamente a Dios, Soberano
del mundo y Gobernante del universo; y los tres hebreos rehusaron tributar
ese honor a ningún ídolo, aunque estuviera hecho de oro puro. Al hacerlo
así, se habrían estado postrando en realidad ante el rey de Babilonia...
Sufrieron el castigo... Pero Cristo vino en persona y anduvo con ellos en
medio del fuego, y no recibieron daño.—
Mensajes Selectos 2:313
.
Este milagro produjo un cambio notable en la mente del pueblo. La
grande imagen de oro, erigida con tanta ostentación, fue olvidada. El rey
publicó un decreto según el cual toda persona que hablara contra el Dios de
estos hombres sería muerta...
Estos fieles hebreos poseían gran capacidad natural, habían disfrutado de
la más alta cultura intelectual, y ahora ocupaban una posición de honor; pero
todo esto no los indujo a olvidar a Dios. Sus facultades estaban sometidas
a la influencia santificadora de la gracia divina. En virtud de su integridad
perseverante, manifestaron las alabanzas de Aquel que los había llamado
de las tinieblas a su luz admirable. En su maravillosa liberación quedó
desplegado, ante la vasta asamblea, el poder y la majestad de Dios. Jesús
mismo se colocó a su lado en el horno ardiente, y por la gloria de su
presencia convenció al orgulloso monarca de Babilonia que no podía ser
otro sino el Hijo de Dios.—
Edificación del Carácter y Formación de la
Personalidad, 49-51
.
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