Dios con nosotros, 6 de febrero
Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
Mateo 1:23
.
Desde los días de la eternidad, el Señor Jesucristo era uno con el Padre;
era “la imagen de Dios”, la imagen de su grandeza y majestad, “el resplandor
de su gloria”. Vino a nuestro mundo para manifestar esa gloria. Vino a esta
tierra oscurecida por el pecado para revelar la luz del amor de Dios, para
ser “Dios con nosotros”...
Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el universo. El mara-
villoso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor,
es el tema en el cual “desean mirar los ángeles”, y será su estudio a través
de los siglos sin fin. Tanto los redimidos como los seres que nunca cayeron
hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción. Se verá que la gloria
que resplandece en el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la
luz del Calvario, se verá que la ley del renunciamiento por amor es la ley
de la vida para la tierra y el cielo; que el amor que “no busca lo suyo” tiene
su fuente en el corazón de Dios...
Jesús podría haber permanecido al lado del Padre. Podría haber conser-
vado la gloria del cielo y el homenaje de los ángeles. Pero prefirió devolver
el cetro a las manos del Padre, y bajar del trono del universo, a fin de traer
luz a los que estaban en tinieblas, y vida a los que perecían...
Este gran propósito había sido anunciado por medio de figuras y sím-
bolos. La zarza ardiente, en la cual Cristo apareció a Moisés, revelaba a
Dios... El Dios que es todo misericordia velaba su gloria en una figura muy
humilde, a fin de que Moisés pudiese mirarla y sobrevivir. Así también en
la columna de nube de día y la columna de fuego de noche, Dios se comu-
nicaba con Israel, les revelaba su voluntad a los hombres, y les impartía
su gracia. La gloria de Dios estaba suavizada, y velada su majestad, a fin
de que la débil visión de los hombres finitos pudiese contemplarla. Así
Cristo había de venir en “el cuerpo de nuestra bajeza” (
Filipenses 3:21
),
“hecho semejante a los hombres”... Su gloria estaba velada, su grandeza y
majestad ocultas, a fin de que pudiese acercarse a los hombres entristecidos
y tentados.—
El Deseado de Todas las Gentes, 11-15
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