Capítulo 49—La necesidad de una educación
cristiana
Dios requiere el adiestramiento de las facultades mentales. Él se
propone que sus siervos posean más inteligencia y más claro discer-
nimiento que los mundanos, y le desagradan los que son demasiado
descuidados o indolentes para llegar a ser obreros eficientes, bien
informados. El Señor nos manda que lo amemos con todo el corazón,
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y con todo el ser, y con toda la fuerza, y con toda la mente. Esto
nos impone la obligación de desarrollar el intelecto hasta su máxima
capacidad, para que podamos conocer y amar a nuestro Creador con
todo el entendimiento.
Si el intelecto es colocado bajo el dominio del Espíritu de Dios,
cuanto más se lo cultiva, más eficazmente puede ser usado en el
servicio de Dios. El hombre sin instrucción, que es consagrado a
Dios y anhela beneficiar a otros, puede ser usado por el Señor en su
servicio, y lo es. Pero los que, con el mismo espíritu de consagración,
han tenido el beneficio de una educación cabal, pueden realizar una
obra mucho más extensa para Cristo. Se hallan colocados en una
posición ventajosa.
La preparación para un servicio superior
El Señor desea que obtengamos toda la educación posible, con
el objeto de impartir nuestro conocimiento a otros. Nadie puede
saber dónde o cómo ha de ser llamado a trabajar o hablar en favor
de Dios. Únicamente nuestro Padre celestial ve lo que puede hacer
de cada uno. Hay ante nosotros posibilidades que nuestra débil fe
no discierne. Nuestra mente debiera ser enseñada en forma tal que,
si fuera necesario, podamos presentar las verdades de la Palabra
de Dios ante las más altas autoridades terrenales y de un modo
que glorifique su nombre. No deberíamos descuidar ni una sola
oportunidad de prepararnos intelectualmente para trabajar por Dios.
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