Página 205 - Mensajes para los J

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La dignidad del trabajo
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diarias, son los miembros útiles de la sociedad. Por el cumplimiento
fiel de los deberes que hallan en su senda, hacen que su vida los
beneficie a ellos mismos y a otros. El trabajo diligente los guarda
de muchas de las trampas de aquel que “halla siempre alguna mala
ocupación para las manos ociosas”.
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El agua estancada no tarda en corromperse; pero un arroyo que
fluye, imparte salud y alegría por la tierra. La primera es símbolo de
los ociosos; el segundo, de los laboriosos [...].
El ejemplo de Cristo
La senda del trabajo, señalada a los moradores de la tierra, puede
ser dura y cansadora, pero ha sido honrada por las pisadas del Sal-
vador, y el que sigue este camino sagrado está seguro. Por precepto
y ejemplo, Cristo dignificó el trabajo útil. Desde sus primeros años
vivió una vida de trabajo. Pasó la mayor parte de su vida terrenal en
el trabajo paciente de la carpintería de Nazaret. Vestido como traba-
jador común, el Señor de la vida recorrió las calles de la pequeña
ciudad en la cual vivía, yendo y viniendo de su humilde trabajo; y le
acompañaban ángeles ministradores mientras caminaba lado a lado
con los campesinos y obreros sin que lo reconocieran y honraran
[...].
El trabajo juicioso es un tónico para la familia humana. Hace
fuertes a los débiles, ricos a los pobres, felices a los desgraciados.
Satanás está al acecho, listo para destruir a los que en su tiempo libre
le dan oportunidad de acercarse a ellos bajo algún disfraz atrayente.
Nunca tiene más éxito que cuando se acerca a los hombres en sus
horas de ocio.
La lección de laboriosidad y contentamiento
Entre los males resultantes de las riquezas, uno de los mayores
es la idea corriente de que el trabajo es degradante. El profeta Eze-
quiel declara: “Esta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia,
hartura de pan y abundancia de ociosidad tuvo ella y sus hijas. Y no
fortalecieron al afligido ni al menesteroso”
Aquí se nos presentan
los terribles resultados de la ociosidad, que debilita la mente, degra-
da el corazón y pervierte el entendimiento, haciendo una maldición