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Capítulo 72—La protección de la salud
La salud es una bendición cuyo valor pocos aprecian; no obs-
tante, de ella depende en gran medida, la eficiencia de nuestras
facultades mentales y físicas. Nuestros impulsos y nuestras pasiones
tienen su asiento en el cuerpo, y este debe ser mantenido en la mejor
condición física y bajo las influencias más espirituales para dar el
mejor uso a nuestras aptitudes. Todo lo que disminuye la fuerza
física, debilita la mente y la hace menos capaz de discernir entre el
bien y el mal.
El uso indebido de nuestras facultades físicas acorta el tiempo
en que nuestra vida puede ser usada para la gloria de Dios y nos
incapacita para llevar a cabo la obra que Dios nos ha encomendado.
Al dar lugar a la formación de malos hábitos, quedándonos levanta-
dos hasta altas horas de la noche, satisfaciendo el apetito a expensas
de la salud, echamos el cimiento de la debilidad [...].
Los que así acortan su vida y se incapacitan para el servicio por
no respetar las leyes naturales, son culpables de robar a Dios. Y
también roban a sus semejantes. Por su conducta han cercenado la
oportunidad de beneficiar a otros, la obra misma para la cual Dios
los mandó al mundo. Y se han malogrado para hacer hasta aquello
que pudieran haber realizado en un período más breve de tiempo. El
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Señor nos considera culpables cuando, por nuestros hábitos dañinos,
privamos del bien que podríamos hacerle al mundo.—
The Review
and Herald, 20 de junio de 1912
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