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Capítulo 73—La santidad de la salud
Satanás se presenta al hombre con sus tentaciones de la forma en
que se presentó ante Cristo: como ángel de luz. Ha estado trabajando
para debilitar física y moralmente al hombre con el objetivo de
vencerlo con sus tentaciones, y luego triunfar sobre su ruina. Y
ha tenido acceso a quienes están esclavizados por los apetitos, sin
tener en cuenta los resultados. Bien sabe él que es imposible al
hombre desempeñar sus obligaciones para con Dios y sus semejantes
mientras malogra las facultades que Dios le ha dado. El cerebro es la
capital del cuerpo. Si las facultades perceptivas son entorpecidas por
cualquier clase de intemperancia, no se disciernen las cosas eternas.
La relación de la salud con la formación del carácter
Dios no da permiso al hombre para violar las leyes de su ser. Pero
el hombre, al ceder a las tentaciones de Satanás complaciéndose en
la intemperancia, pone las facultades superiores bajo el dominio de
los apetitos y pasiones animales. Cuando estos logran ascendiente, el
hombre, que fue creado un poco inferior a los ángeles, con facultades
susceptibles del más elevado cultivo, se entrega al control de Satanás,
y este tiene fácil acceso a quienes están esclavizados por los apetitos.
Por causa de la intemperancia, algunos sacrifican una mitad, otros
los dos tercios de sus facultades físicas, mentales y morales, y se
hacen juguetes del enemigo.
Los que quieren tener mentes despejadas para discernir las estra-
tagemas de Satanás deben poner sus apetitos físicos bajo el dominio
de la razón y de la conciencia. La moral y la acción vigorosa de las
facultades superiores de la mente son esenciales para la perfección
del carácter cristiano. Y la fuerza o debilidad de la mente tienen
mucho que ver con nuestra utilidad en este mundo y con nuestra
salvación final. Es deplorable la ignorancia que ha prevalecido con
respecto a la ley de Dios y nuestra naturaleza física. La intemperan-
cia de cualquier clase es una violación de las leyes de nuestro ser.
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