Página 231 - Mensajes para los J

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La insignia de la nobleza
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están rodeados de incitaciones a la complacencia propia. En nuestras
grandes ciudades, especialmente, se hace fácil y tentadora toda forma
de placer sensual. Los que, como Daniel, rehúsan contaminarse,
cosecharán como recompensa hábitos de temperancia. Su mayor
vigor físico y poder de resistencia más abundante, constituyen un
depósito bancario al cual recurrir en caso de emergencia.
Los hábitos físicos correctos promueven la superioridad mental.
La potencia intelectual, el vigor físico y la duración de la vida depen-
den de leyes inmutables. El Dios de la naturaleza no se interpondrá
para preservar a los hombres de las consecuencias de la violación de
los requerimientos de la naturaleza. El que lucha por el señorío debe
ser temperante en todas las cosas. La claridad mental y la firmeza de
propósito de Daniel, su poder para adquirir conocimientos y resistir
la tentación, se debían en extenso grado a la sencillez de su régimen
alimenticio, en relación con su vida de oración.
Construyendo nuestro propio destino
Hay mucha verdad en el refrán: “Cada hombre es el arquitecto
de su propio destino”. Si bien los padres son responsables del se-
llo que ponen al carácter así como de la educación de sus hijos e
hijas, también es cierto que nuestra posición y utilidad en el mundo
dependen en extenso grado de nuestra conducta.
Daniel y sus compañeros gozaban de los beneficios de una edu-
cación y un adiestramiento correctos recibidos en sus primeros años,
pero estas ventajas solas no habrían bastado para hacer de ellos lo
que fueron. Llegó el tiempo en que debían actuar por sí mismos,
cuando su futuro dependía de su propio curso de acción. Resolvie-
ron ser fieles a las lecciones que recibieron en la infancia. El temor
de Dios, que es el principio de la sabiduría, fue el cimiento de su
grandeza.
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La historia de Daniel y sus jóvenes compañeros ha sido registrada
en las páginas de la Palabra inspirada para beneficio de los jóvenes
de todas las épocas posteriores. Mediante la crónica de su fidelidad
a los principios de la temperancia, Dios habla hoy a los jóvenes de
ambos sexos, mandándoles que reúnan los preciosos rayos de luz
que él les ha dado acerca de la temperancia cristiana y se coloquen
en armonía con las leyes de la salud.