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Mensajes para los Jóvenes
el Señor tiene que decirles. Al sentarse el humilde indagador de
la verdad a los pies de Jesús para aprender de él, la Palabra le da
entendimiento. Cristo dice a los que son demasiado sabios en su
propio concepto para estudiar la Biblia: “Si quieren hacerse sabios
para la salvación, deben hacerse mansos y humildes de corazón”.
No lean la Palabra a la luz de opiniones anteriores; investíguenla,
en cambio, cuidadosamente y con oración, con una mente libre
de prejuicios. Si al leerla se produce la convicción, y ven que las
opiniones que han acariciado no están en armonía con la Palabra,
no traten de hacer concordar la Palabra con esas opiniones. Hagan
concordar sus opiniones con la Palabra. No permitan que lo que han
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creído o practicado en lo pasado gobierne el entendimiento. Abran
los ojos de su mente para contemplar maravillas en la ley. Descubran
lo que está escrito, y después afirmen sus pies en la Roca eterna.
El conocimiento de la voluntad de Dios
Nuestra salvación depende del conocimiento de la voluntad de
Dios tal cual se halla contenida en su Palabra. No cesen de indagar
y escudriñar la verdad. Necesitan conocer su deber. Necesitan saber
qué tienen que hacer para ser salvos. Y la voluntad de Dios es esta:
que ustedes sepan lo que él les ha dicho. Pero deben ejercer la
fe. Al escudriñar las Escrituras deben creer que Dios existe y que
recompensa a los que diligentemente lo buscan.
¡Oh, escudriñen la Biblia con un corazón hambriento de alimento
espiritual! Caven en la Palabra como el minero cava la tierra para
encontrar las vetas de oro. No abandonen la búsqueda hasta que
hayan conocido cuál es vuestra relación con Dios y su voluntad con
respecto a ustedes.—
The Youth’s Instructor, 24 de julio de 1902
.
La reverencia en el estudio de la Biblia
Hemos de abordar el estudio de la Biblia con reverencia, sintien-
do que estamos en la presencia de Dios. Toda liviandad y frivolidad
debe ser dejada a un lado. Aunque algunas porciones de la Palabra
se entienden con facilidad, el verdadero sentido de otras partes no
se discierne con rapidez. Debe haber paciente estudio y meditación,
y ferviente oración. Todo estudioso, al abrir las Escrituras, debe