La elección de la lectura
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los cuales el autor añade una lección moral a la historia, son una
maldición para los lectores. Los sentimientos religiosos pueden estar
entretejidos a través de toda una novela, pero, en la mayoría de los
casos, Satanás se halla vestido con ropas de ángel, para engañar y
seducir con más éxito. Nadie está tan confirmado en los principios
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rectos y se halla tan seguro contra la tentación, que pueda leer estas
historias sin correr peligro.
Los lectores de novelas fomentan un mal que destruye la espiri-
tualidad y eclipsa la belleza de la página sagrada. La novela crea una
excitación malsana, enardece la imaginación, incapacita a la mente
para ser útil, separa a la persona de la oración y la descalifica para
cualquier práctica espiritual.
Dios ha dotado a muchos de nuestros jóvenes de aptitudes su-
periores, pero con demasiada frecuencia ellos, por la imprudente
elección de su lectura, han enervado sus facultades y debilitado sus
mentes de modo que durante años no han crecido en gracia o en el
conocimiento de las razones de nuestra fe. Los que esperan la pronta
venida del Señor, los que aguardan ese maravilloso cambio en que
“esto corruptible sea vestido de incorrupción”
deberían colocarse
en un plano más elevado de acción en este tiempo de gracia.
Mis queridos jóvenes amigos, examinen su propia experiencia en
lo que se refiere a la influencia de las historias excitantes. ¿Pueden,
después de una lectura tal, abrir la Biblia y leer con interés las
palabras de vida? ¿No encuentran falto de interés el Libro de Dios?
El encanto de esa historia de amor envuelve la mente, destruyendo
su tono saludable e impide a los jóvenes fijar la atención en las
verdades importantes, solemnes, que conciernen al bienestar eterno.
Desechen resueltamente toda lectura despreciable. No fortalece-
rá su espiritualidad, sino antes introducirá en la mente sentimientos
que pervertirán la imaginación, haciéndolos pensar menos en Jesús
y espaciarlos menos en sus preciosas lecciones. Mantengan la mente
libre de todo lo que la haga ir en dirección errónea. No la abrumen
de historias despreciables que no imparten fuerza a las facultades
mentales. Los pensamientos son del mismo carácter que el alimento
dado a la mente.