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Capítulo 98—Lecciones sobre economía
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Mucho se podría decir a los jóvenes en cuanto a su privilegio
de ayudar a la causa de Dios aprendiendo lecciones de economía y
abnegación. Muchos creen que deben permitirse este o aquel placer,
y para poder hacerlo se acostumbran a una vida que les consume
todas sus entradas. Dios quiere que nos conduzcamos mejor en este
sentido.
Pecamos contra nosotros mismos cuando nos sentimos satisfe-
chos con tener lo suficiente para comer, beber y vestir. Dios tiene
reservado para nosotros algo superior. Cuando estemos dispuestos
a hacer a un lado nuestros deseos egoístas y entregar las facultades
del corazón y la mente a la obra de la causa de Dios, los agentes
celestiales cooperarán con nosotros, haciéndonos una bendición para
la humanidad.
Ahorrar para las misiones
El joven trabajador y ahorrativo, aunque sea pobre puede ahorrar
un poco para la causa de Dios. Cuando yo no tenía más que doce
años de edad, ya sabía lo que era economizar. Aprendí un oficio,
junto con mi hermana, y aunque solamente ganábamos veinticinco
centavos de dólar por día, podíamos ahorrar algo de esta suma para
dar para las misiones. Ahorramos poco a poco hasta que tuvimos
treinta dólares. Luego, cuando oímos el mensaje de la pronta venida
del Señor, junto con un pedido de hombres y medios, consideramos
un privilegio entregar los treinta dólares a nuestro padre y pedirle
que los invirtiera en folletos para enviar el mensaje a los que se
hallaban en tinieblas.
Es deber de todos los que se relacionan con la obra de Dios
aprender la economía en el uso del tiempo y el dinero. Los que
se complacen en la ociosidad revelan que dan poca importancia
a las gloriosas verdades que nos han sido encomendadas. Necesi-
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