Página 283 - Mensajes para los J

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Lecciones sobre economía
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tan adquirir hábitos de laboriosidad y aprender a trabajar teniendo
únicamente en vista la gloria de Dios.
La abnegación
Los que no tienen buen criterio en el uso del tiempo y el dinero
deberían pedir consejo a los que han tenido experiencia. Con el
dinero que habíamos ganado en nuestro oficio, nos proveíamos de
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ropa mi hermana y yo. Le entregábamos el dinero a nuestra madre,
diciéndole: “Compra de modo que después de pagar nuestra ropa
quede algo para dar a la obra misionera”. Y ella lo hacía, estimulando
en nosotros el espíritu misionero.
El acto de dar, si es fruto de la abnegación, es un maravilloso
estímulo para el dador. Imparte una educación que nos habilita más
plenamente para comprender la obra de aquel que anduvo haciendo
el bien, aliviando a los que sufrían y proveyendo a las necesidades
de los destituidos. El Salvador no vivió para complacerse a sí mismo.
No había en su vida rastro de egoísmo. Aunque estaba en un mundo
que él mismo había creado, no reclamó ninguna parte como hogar
suyo. “Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo nidos—dijo—,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza”
El uso debido de los talentos
Si hacemos el mejor uso posible de nuestros talentos, el Espíritu
de Dios nos conducirá continuamente a una mayor eficiencia. El
Señor dijo al hombre que había negociado fielmente con sus talentos:
“¡Bien, siervo bueno y fiel! Sobre poco has sido fiel, sobre mucho
te pondré. Entra en el gozo de tu Señor”
También se esperaba del
hombre que había recibido uno que hiciera el mejor uso posible de
su talento. Si hubiera negociado con las mercaderías de su señor, el
Señor hubiera multiplicado el talento.
Dios ha dado a cada hombre su obra “según su capacidad”
Dios
tiene la medida de nuestra capacidad y sabe qué responsabilidad
darnos. Respecto al que ha sido hallado fiel ordena: “Confíenle
mayor responsabilidad”. Si se muestra fiel a ese cometido, vuelve a
ordenar: “Confíenle aún más”. Y así, mediante la gracia de Cristo,
va creciendo hasta la plenitud de un hombre en Cristo Jesús.