Página 303 - Mensajes para los J

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La economía y la benevolencia
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Muchos cristianos de profesión gastan tanto en su vestimenta,
que nada les queda para las necesidades ajenas. Se figuran que
han de lucir adornos y prendas de mucho valor, sin pensar en las
necesidades de los que apenas pueden proporcionarse la ropa más
modesta.
Juntar los fragmentos
Hermanas mías, si su modo de vestir está de acuerdo con las
reglas de la Biblia, dispondrán de abundantes recursos con que
auxiliar a las hermanas pobres. Dispondrán no solo de recursos, sino
de tiempo, que muchas veces es lo que más se necesita. Son muchas
las personas a quienes podrían ayudar con sus consejos, su tacto y
su habilidad. Muéstrenles cómo se puede vestir sencillamente y, no
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obstante, con buen gusto. ¡Cuántas mujeres no van a la casa de Dios
porque sus vestidos no les sientan bien y contrastan deplorablemente
con los de las demás! Muchas de estas personas son quisquillosas al
respecto y albergan sentimientos de amarga humillación e injusticia
a causa de este contraste. Y por ello, muchas dudan de la realidad
de la religión y endurecen su corazón contra el evangelio.
Cristo nos manda: “Juntad los pedazos que sobraron, para que no
se pierda nada”
Mientras que cada día millares perecen de hambre,
en matanzas, incendios y epidemias, incumbe a todo aquel que ama
a sus semejantes procurar que nada sea desperdiciado, que no se
gaste sin necesidad nada de lo que puede aprovechar a algún ser
humano.
Malgastar el tiempo y nuestra inteligencia resulta pecaminoso.
Perdemos todo momento que dedicamos a nuestros intereses egoís-
tas. Si supiéramos apreciar cada momento y emplearlo en cosas
buenas, tendríamos tiempo para hacer todo lo que necesitamos hacer
para nosotros mismos o para los demás. Al desembolsar dinero,
al hacer uso del tiempo, de las fuerzas y oportunidades, mire todo
cristiano a Dios, y pídale que lo guíe. “Si alguno necesita sabiduría,
pídala a Dios, quien da a todos generosamente, y sin reprochar. Y le
será dada”
El Ministerio de Curación, 157-159
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