Página 33 - Mensajes para los J

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Capítulo 3—Tratar de agradarle
El Señor tiene una obra especial que hacer por nosotros indivi-
dualmente. Al ver la maldad del mundo puesta de manifiesto en los
tribunales de justicia y publicada en los diarios, acerquémonos a
Dios y, por medio de una fe viva, echemos mano de sus promesas, pa-
ra que la gracia de Cristo se manifieste en nosotros. Podemos ejercer
una influencia, una influencia poderosa en el mundo. Si nos acom-
paña el poder convincente de Dios, seremos capaces de conducir a
las almas del pecado a la conversión.
Nuestra sencillez realizará buena parte de esta obra. No debemos
tratar de ascender hasta ocupar puestos elevados, ni conquistar la
alabanza de los hombres. No hemos de tener por meta ser supe-
riores a los demás. Debemos tener por único blanco la gloria de
Dios. Debemos trabajar con toda la inteligencia que Dios nos ha
dado, colocándonos donde fluye la luz, para que la gracia de Dios
pueda derramarse sobre nosotros para amoldarnos y conformarnos
a la semejanza divina. El cielo está esperando otorgar sus más ri-
cas bendiciones a los que quieran consagrarse para hacer la obra
de Dios en estos últimos días de la historia del mundo. Seremos
probados; tal vez debamos pasar noches en vela; pero pasemos esos
momentos en oración ferviente a Dios, con el fin de que él nos dé
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entendimiento y avive nuestra mente para discernir los privilegios
que nos pertenecen.—
The Review and Herald, 1 de abril de 1909
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