Capítulo 132—Las reuniones sociales
Las reuniones sociales pueden ser en elevado grado provechosas
e instructivas cuando los que asisten a ellas tienen el amor de Dios
en su corazón, cuando se reúnen para expresar pensamientos rela-
cionados con la Palabra de Dios, o para considerar los métodos para
el progreso de su obra o para hacer el bien a sus prójimos. Dios es
honrado, y los que tienen parte en estas reuniones son refrigerados
y fortalecidos cuando el Espíritu Santo es considerado un huésped
bienvenido a tales encuentros, y cuando no se dice o hace nada que
lo haga retirarse entristecido.
Pero hay reuniones sociales de carácter diferente, donde se ven
con demasiada frecuencia el orgullo de la apariencia, hilaridad y
frivolidad. En su deseo de divertirse, los que asisten a ellas corren
el peligro de olvidar a Dios, y ocurren cosas que hacen llorar a
los ángeles que las observan. El escenario de placer llega a ser,
momentáneamente, su paraíso. Todos se entregan a la hilaridad
y la alegría. Los ojos chispean, las mejillas se sonrojan; pero la
conciencia duerme.
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Muestras de falta de espiritualidad
El origen de tal entusiasmo e inspiración no es celestial. Son
cosas enteramente de esta tierra. Los ángeles del cielo contemplan
tristemente el olvido de los seres por quienes Cristo ha hecho tanto.
Cuando la enfermedad y la muerte sobrevienen a quienes han vivido
meramente para su placer, descubren demasiado tarde que no tienen
aceite en sus lámparas, y que son completamente ineptos para cerrar
la historia de su vida.
El contenido de las conversaciones de muchas reuniones sociales
revela qué es lo que interesa al corazón. La conversación trivial, los
chistes vulgares, que no tienen otro objeto que provocar risa, no
representan debidamente a Cristo. Quienes los han expresado no
estarían dispuestos a verse frente a frente con una crónica de sus
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