Capítulo 134—Las sociedades literarias
Se pregunta a menudo: “¿Son las sociedades literarias un be-
neficio para nuestros jóvenes?” Para contestar debidamente esta
pregunta, debemos considerar no solo el propósito confesado de
tales sociedades, sino también la influencia que han ejercido en reali-
dad, según lo demuestra la experiencia. El crecimiento del espíritu
es un deber que tenemos para con nosotros mismos, para con la
sociedad y para con Dios. Pero nunca debemos idear medios de
cultivar el intelecto a expensas de lo moral y lo espiritual. Y es
únicamente por medio del desarrollo armonioso de las facultades
mentales y morales como puede alcanzarse la más alta perfección
de ambas. ¿Se obtienen estos resultados en las sociedades literarias
tal como se las dirige generalmente?
Las sociedades literarias están ejerciendo casi universalmen-
te una influencia contraria a la que indica su nombre. Según se
conducen generalmente, son un perjuicio para los jóvenes; porque
Satanás penetra en ellas para poner su sello sobre las actividades.
Todo lo que hace a los hombres viriles y a las mujeres dignas de ese
nombre está reflejado en el carácter de Cristo. Cuanto menos haya
de Cristo en tales sociedades, tanto menos prevalecerá el elemento
elevador, refinador y ennoblecedor. Cuando los mundanos dirigen
estas reuniones a satisfacción de sus deseos, excluyen el espíritu de
Cristo. La mente se aparta de la reflexión seria, se desvía de Dios,
[280]
de lo real y sustancial, hacia lo imaginario y superficial. ¡Sociedades
literarias! ¡Ojalá que ese nombre expresara su verdadero carácter!
¿Qué es el tamo comparado con el trigo?
Los propósitos y objetivos que conducen a la formación de las
sociedades literarias pueden ser buenos; pero a menos que la sabidu-
ría de Dios controle estas organizaciones, constituirán positivamente
un mal. Se admite generalmente a los irreligiosos y no consagrados
de corazón y vida, y con frecuencia se los coloca en los puestos de
más responsabilidad. Pueden adoptarse reglas y reglamentos que se
consideren suficientes para mantener en jaque cualquier influencia
364