Capítulo 137—La sociabilidad y la cortesía
cristianas
El pueblo de Dios no cultiva bastante la sociabilidad cristiana.
Esta rama de la educación no debiera descuidarse ni perderse de
vista en nuestras escuelas.
Se debe enseñar a los alumnos que ellos no son átomos inde-
pendientes, sino que cada uno es una hebra de hilo que ha de unirse
con otras para completar una tela. En ningún departamento puede
ser dada esta instrucción con más eficacia que en el internado es-
colar. Es allí donde los estudiantes están rodeados diariamente de
oportunidades que, si las aprovechan, les ayudarán en gran manera
a desarrollar los rasgos sociales de su carácter. Pueden aprovechar
de tal modo su tiempo y sus oportunidades que logren desarrollar
un carácter que los hagan felices y útiles. Los que se encierran en
sí mismos y no están dispuestos a prestarse para beneficiar a otros
mediante amigable compañerismo, pierden muchas bendiciones;
porque merced al trato mutuo la comprensión se pule y refina; por
el trato social se formalizan relaciones y amistades que acaban en
una unidad de corazón y en una atmósfera de amor agradables a la
vista del cielo.
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Especialmente quienes han gustado el amor de Cristo debieran
desarrollar su sociabilidad; pues de esta manera pueden ganar a
otros para el Salvador. Cristo no debiera ser ocultado en su propio
corazón, encerrado como tesoro codiciado, sagrado y reconfortante,
que únicamente lo disfruten ellos; ni tampoco debieran ellos ma-
nifestar el amor de Cristo nada más que a quienes les resultan más
simpáticos. Hay que enseñar a los alumnos la manera de demos-
trar, como Cristo, un sincero interés y una disposición sociable a
los que se hallan en la mayor necesidad, aun cuando los tales no
sean sus compañeros preferidos. En todo momento y en todas partes
manifestó Jesús amante interés por la familia humana y esparció
en derredor suyo la luz de una piedad alegre. Se debe enseñar a los
estudiantes a seguir sus pisadas. Se les ha de enseñar a manifestar
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