Página 84 - Mensajes para los J

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Capítulo 21—La falacia del pecado
Nada es más traicionero que la falacia del pecado. Es el dios de
este mundo que engaña, ciega y conduce a la destrucción. Satanás no
expone todas sus tentaciones a la vez. Las disfraza con una máscara
de bien. Mezcla con diversiones y extravagancias algunas pequeñas
ventajas, y los seres engañados dan como excusa que el tener parte
en ellas reporta un gran bien. Esta no es más que la parte engañosa.
Son las artes infernales de Satanás enmascaradas. Las personas
engañadas dan un paso y se preparan para el siguiente. Es mucho
más placentero seguir las inclinaciones del corazón que estar a la
defensiva y resistir la primer insinuación del astuto enemigo, y así
impedir sus intrusiones.
Oh, ¡cómo acecha Satanás para ver cuán fácilmente se toma su
carnada, y para ver a las personas andar precisamente en la senda que
él ha preparado! Él no quiere que abandonen la apariencia de oración
y prácticas religiosas, pues así puede hacerlos más útiles en su servi-
cio. Une su sofistería y sus trampas engañosas con la experiencia y
la profesión de fe de ellos, y así hace progresar maravillosamente su
causa.
El examen de sí mismo
Existe la necesidad de examinarse íntimamente y de preguntarse
a la luz de la Palabra de Dios: “¿Soy íntegro o corrupto de corazón?
¿Estoy renovado en Cristo o soy todavía carnal de corazón, cubierto
solo exteriormente con un vestido nuevo?” Acérquense al tribunal de
Dios y observen, como a la luz de Dios, si hay algún pecado secreto,
alguna iniquidad, algún ídolo que no hayan sacrificado. Oren, sí,
oren como nunca antes para que no sean engañados por lo ardides
de Satanás; para que no se entreguen a un espíritu descuidado,
indiferente, vano y presten atención a los deberes religiosos para
acallar la propia conciencia [...].
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