Página 85 - Mensajes para los J

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La falacia del pecado
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Uno de los pecados que constituyen una de las señales de los
últimos días es que los cristianos profesos son amadores de los
placeres más que de Dios. Traten sinceramente con sus propios seres.
Investiguen cuidadosamente. Cuán pocos, después de un examen
fiel, pueden levantar la vista al cielo y decir: “No soy uno de los
así descritos. No soy un amador del placer más que de Dios”. Cuán
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pocos pueden decir: “Estoy muerto para el mundo; la vida que ahora
vivo es por la fe del Hijo de Dios. Mi vida está escondida con
Cristo en Dios, y cuando aquel que es mi vida aparezca, yo también
apareceré con él en gloria”.
¡El amor y la gracia de Dios! ¡Oh preciosa gracia, más valiosa
que el oro fino! Eleva y ennoblece el espíritu por encima de todos
los demás principios. Coloca el corazón y los afectos en el cielo.
Mientras los que nos rodean se ocupan en vanidades mundanas,
placeres y frivolidades, nuestra conversación está en el cielo, de
donde esperamos al Salvador; el ser se dirige a Dios para obtener
perdón y paz, justicia y verdadera santidad. El trato con Dios y
la contemplación de las cosas de arriba transforman el alma a la
semejanza de Cristo.—
The Review and Herald, 11 de mayo de 1886
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