Fe viviente
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para pelear las batallas del Señor. El orgullo y el amor al mundo
perderán su poder al contemplar las glorias de esa tierra mejor que
tan pronto será nuestro hogar. Junto a la belleza de Cristo, todos los
atractivos terrenales parecerán de poco valor.
El cambio de las maneras habituales de pensar
Nadie imagine que sin un ferviente esfuerzo de su parte podrá
obtener la seguridad del amor de Dios. Cuando se ha permitido por
mucho tiempo a la mente espaciarse en cosas terrenales, es difícil
cambiar las maneras habituales de pensar. Con demasiada frecuencia
atrae la atención y absorbe el interés aquello que el ojo ve y el oído
oye.
Pero si queremos entrar en la ciudad de Dios y contemplar a
Jesús en su gloria, debemos acostumbrarnos a contemplarlo aquí
con el ojo de la fe. Las palabras y el carácter de Cristo deberían ser
con frecuencia el tema de nuestros pensamientos y nuestra conversa-
ción, y se debería dedicar diariamente algún tiempo a la meditación,
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acompañada de oración, de estos temas sagrados.
La santificación es una tarea diaria
La santificación es una tarea diaria. Nadie se engañe creyendo
que Dios lo va a perdonar y bendecir mientras pisotee uno de sus
requerimientos. La comisión voluntaria de un pecado conocido
acalla la voz testificadora del Espíritu, y separa al alma de Dios.
Sea cual fuere el éxtasis del sentimiento religioso, Jesús no puede
morar en el corazón que no hace caso de la ley divina. Dios honrará
solamente a los que lo honran.
“Si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois
esclavos de aquel a quien obedecéis”
Si nos dejamos dominar por
la ira, la concupiscencia, la codicia, el odio, el egoísmo o cualquier
otro pecado, nos hacemos siervos del pecado. “Ninguno puede servir
a dos señores”
Si servimos al pecado, no podemos servir a Cristo.
El cristiano sentirá la incitación al pecado, pues la carne desea viva-
mente la concupiscencia, oponiéndose al Espíritu; pero el Espíritu
Romanos 6:16
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Mateo 6:24
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