Capítulo 33—La conformidad con el mundo
Los que van por el camino estrecho hablan de la alegría y la
felicidad que les aguarda al fin de la jornada. Sus rostros están con
frecuencia tristes, pero no obstante brillan a menudo con gozo santo,
sagrado. No visten como los de la compañía que va por el camino
ancho, ni hablan, ni proceden como ellos. Les ha sido dado un
Modelo. Un hombre de dolores, familiarizado con las penas, abrió
ese camino para ellos y lo recorrió él mismo. Sus seguidores ven sus
pisadas y se animan y consuelan. El lo recorrió con seguridad; lo
mismo podrán hacer ellos, si siguen sus pisadas.
El camino ancho
En el camino ancho todos se ocupan de su persona, de su vestido
y de los placeres que hay por el camino. Se complacen libremente
en la hilaridad y el regocijo, sin pensar en el final de su viaje, en
la destrucción segura que les espera al fin del camino. Cada día se
acercan más a la destrucción, y sin embargo se apresuran locamente,
cada vez con más rapidez. ¡Cuán terrible me pareció esto!
Vi que muchos de los que andaban por este camino ancho tenían
escrito sobre ellos lo siguiente: “Muerto para el mundo. El fin de
todas las cosas está cerca. Estad vosotros también apercibidos”. Se
asemejaban a todas las personas vanas que los rodeaban, a excepción
de una sombra de tristeza que noté en sus rostros. Su conversación
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era como la de las personas alegres, irreflexivas que los rodeaban,
pero ocasionalmente señalaban con gran satisfacción las letras de
sus vestidos, invitando a los otros a llevarlas también en los suyos.
Iban por el camino ancho, y sin embargo profesaban ser de los que
viajaban por el camino estrecho. Los que iban a su lado decían: “No
hay distinción entre nosotros. Todos somos iguales; nos vestimos y
hablamos y procedemos del mismo modo”.
Me fue mostrada la conformidad de algunos profesos observa-
dores del sábado con el mundo. Vi que eso es una vergüenza para
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