Página 159 - Mensajes Para los J

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El carácter que Dios aprueba
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La influencia de los compañeros
Los jóvenes que salen de su casa y dejan de estar bajo el cuidado
vigilante de los padres, hacen hasta cierto punto solos la elección de
sus compañeros. Deberían recordar que está sobre ellos la mirada
del Padre celestial, y que él ve cada una de sus necesidades, de sus
tentaciones. Siempre se encuentran en las escuelas jóvenes que por
su conducta revelan que sus mentes han sido formadas en un molde
inferior. La preparación desacertada que han recibido en la niñez
no ha desarrollado equilibradamente sus caracteres; y al avanzar
ellos en años, sus defectos han permanecido y echado a perder su
experiencia. Estas almas hacen desviar por precepto y ejemplo a los
que son débiles en fuerza moral.
El tiempo es oro, queridos jóvenes. No pongáis en peligro vues-
tras almas cometiendo los excesos de la juventud. No podéis permi-
tiros el ser descuidados en cuanto a los compañeros que escogéis.
Espaciaos en lo que es noble en el carácter de otros, y estos rasgos
llegarán a ser para vosotros un poder moral para resistir el mal y
escoger el bien. Fijaos un blanco alto. Vuestros padres y maestros,
que aman y temen a Dios, podrán seguiros día y noche, con sus
oraciones, podrán rogaros y amonestaros, pero todo esto será en
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vano si escogéis compañeros indiferentes. Si no veis peligro real y
pensáis que lo mismo podéis hacer el bien que el mal, según os pa-
rezca, no discerniréis que la levadura de impiedad está inficionando
y corrompiendo de un modo insidioso vuestra mente.
Cristo, nuestra única esperanza
Cristo fue afligido, insultado y escarnecido; la tentación lo asal-
taba por todos lados, y sin embargo no pecó, antes prestó a Dios
una obediencia perfecta enteramente satisfactoria. Así quitó para
siempre toda apariencia de excusa para desobedecer. Vino a mostrar
al hombre cómo obedecer, cómo guardar todos los mandamientos.
Se asió del poder divino, y ésta es la única esperanza del pecador.
Dio su vida para que el hombre pudiese participar de la naturaleza
divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo
por la concupiscencia. . .