Capítulo 77—La oración es nuestra fortaleza
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En Medio de los peligros de estos últimos días, la única seguridad
para la juventud está en la vigilancia y la oración siempre crecientes.
El joven que halla su gozo en leer la Palabra de Dios y en la hora de
la oración, será constantemente refrescado por los sorbos de la fuente
de la vida. Logrará una altura de excelencia moral y una amplitud
de pensamiento que otros no pueden concebir. La comunión con
Dios estimula los buenos pensamientos, las aspiraciones nobles, la
percepción clara de la verdad y los elevados propósitos de acción.
Los que así se ponen en comunión con Dios, son reconocidos por él
como sus hijos e hijas. Se elevan constantemente obteniendo más
claros conceptos de Dios y de la eternidad, hasta que el Señor hace
de ellos conductos de luz y de sabiduría para el mundo.
Cómo orar
Pero la oración no es entendida como se debiera. Nuestras ora-
ciones no han de informar a Dios de algo que él no sabe. El Señor
está al tanto de los secretos de cada alma. Nuestras oraciones no
tienen por qué ser largas ni decirse en voz alta. Dios lee los pensa-
mientos ocultos. Podemos orar en secreto, y el que ve en secreto
oirá y nos recompensará en público.
Las oraciones dirigidas a Dios para contarle todas nuestras des-
gracias cuando en realidad no nos sentimos desgraciados, son ora-
ciones hipócritas. Dios tiene en cuenta el corazón contrito. “Porque
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así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre
es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado
y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y
para vivificar el corazón de los quebrantados”
La oración no tiene por objeto obrar un cambio en Dios; nos
pone a nosotros en armonía con Dios. No reemplaza al deber. Dios
Isaías 57:15
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