Página 267 - Mensajes Para los J

Basic HTML Version

El ejemplo de los efesios
263
Conozco personalmente algunos que han perdido el tono sano de
la mente por causa de los malos hábitos de lectura. Recorren la vida
con una imaginación enfermiza, agrandando los pequeños motivos
de quejas. Cosas que una mente sana, razonable, no notaría, llegan
a ser para ellos pruebas insoportables, obstáculos insalvables. Para
ellos, la vida es una sombra constante.
Los que han fomentado el hábito de leer rápidamente historias
excitantes están estropeando su fuerza mental e inhabilitándose para
el pensamiento y la investigación vigorosos. Hay hombres y mujeres
que están ahora en el ocaso de su vida y que nunca se han recobrado
de los efectos de la lectura intemperante.
El hábito, formado en años tempranos, ha crecido a la par con
su crecimiento y se ha fortalecido al ir aumentando su fuerza; y
aunque han hecho esfuerzos decididos por vencerlo, el éxito sólo
ha sido parcial. Muchos no han recobrado nunca su primitivo vigor
mental. Las tentativas para ser cristianos prácticos no van más allá
del deseo. No pueden ser sinceramente semejantes a Cristo y seguir
alimentando la mente con esta clase de lecturas.
Y no es menos desastroso el efecto físico. El sistema nervioso
es innecesariamente abrumado por esta pasión por la lectura. En
[279]
algunos casos los jóvenes, y a veces las personas mayores, han
contraído una parálisis sin otra causa que el exceso en la lectura.
La mente estaba sometida a una excitación constante hasta que la
delicada maquinaria del cerebro se debilitó en tal forma que no pudo
funcionar y el resultado fue la parálisis.
Ebrios mentales
Cuando se cultiva el gusto por las historias sensacionales y ex-
citantes, se pervierte el gusto moral, y la mente no se satisface a
menos que sea constantemente alimentada con este alimento inútil,
malsano. He visto señoritas, seguidoras profesas de Cristo, que se
sentían realmente infelices a menos que tuviesen entre sus manos
alguna nueva novela o folletín. La mente ansía el estimulante así
como el beodo ansía la bebida intoxicante. Estas jóvenes no mani-
festaban espíritu de devoción, ninguna luz celestial irradiaban sobre
sus compañeras para conducirlas a la fuente del conocimiento. No
tenían experiencia religiosa profunda. Si no hubiesen tenido siempre