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Capítulo 104—La economía en la indumentaria
El Pueblo de Dios debería practicar una estricta economía en sus
gastos para tener algo que presentar a Dios, diciendo: “Lo recibido
de tu mano te damos”
Así han de ofrecer a Dios acciones de gracias
por las bendiciones de él recibidas. Así también han de acumular
para sí tesoro junto al trono de Dios.
Los mundanos gastan para vestir grandes sumas de dinero que
deberían ser usadas para alimentar y vestir a los que sufren hambre
y frío. Muchos, por quienes Cristo dio su vida, tienen apenas lo
suficiente para comprarse la ropa más barata y vulgar, mientras
que otros gastan miles de pesos en sus esfuerzos por satisfacer las
demandas interminables de la moda.
El Señor ha mandado a su pueblo salir del mundo y separarse de
él. La indumentaria vistosa o costosa no es propia de los que creen
que vivimos en los últimos días de gracia. “Quiero, pues—escribe
el apóstol Pablo—que los hombres oren en todo lugar, levantando
manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se
atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado
ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas
obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”
Aun entre los que profesan ser hijos de Dios hay quienes gastan
más de lo necesario en vestidos. Deberíamos vestirnos con prolijidad
y buen gusto, pero, hermanas mías, cuando estáis comprando y
haciendo vuestra ropa y la de vuestros hijos, pensad en la obra de
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la viña del Señor que aún espera ser hecha. Está bien comprar buen
material y trabajarlo cuidadosamente. Esto es economía. Pero los
adornos costosos no son necesarios, y el complacerse en ellos es
gastar para satisfacción propia un dinero que debiera ser dado a la
causa de Dios.
No es vuestro vestido lo que os hace valiosos a la vista del Señor.
Dios aprecia el adorno interior, las gracias del Espíritu, la palabra
1 Crónicas 29:14
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1 Timoteo 2:8-10
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