Capítulo 123—El verdadero adorno
            
            
              POR todas partes prevalece una extravagancia corruptora, y las
            
            
              almas se dirigen a la ruina a causa de su amor al vestido y la ostenta-
            
            
              ción. La vida de las nueve décimas partes de los que son devotos de
            
            
              la moda, es una mentira viviente. Diariamente practican el engaño,
            
            
              el fraude, pues quieren aparentar lo que no son.
            
            
              Venden la nobleza del alma, la suavidad, la generosidad, para
            
            
              satisfacer la concupiscencia de cosas malas. Miles venden su virtud
            
            
              para tener medios con que seguir las modas del mundo. Esta locura
            
            
              por seguir las modas variables del mundo debería hacer surgir un
            
            
              ejército de reformadores que se pongan de parte de un atavío sencillo.
            
            
              Satanás está siempre inventando modas que sólo pueden ser seguidas
            
            
              a costa del sacrificio del dinero, el tiempo y la salud.
            
            
              En pos del mundo
            
            
              Teniendo ante nuestra vista el cuadro de la degradación del
            
            
              mundo en lo que se refiere a la moda, ¿cómo se atreven los cristianos
            
            
              profesos a seguir la senda de los mundanos? ¿Daremos muestras
            
            
              de sancionar estas modas desmoralizadoras adoptándolas? Muchos
            
            
              adoptan las modas del mundo, pero es porque no se ha formado en
            
            
              ellos Cristo, la esperanza de gloria. Se práctica la vida lujosa, el
            
            
              vestir extravagante, hasta el punto de constituir una de las señales de
            
            
              los últimos días.
            
            
              Por todas partes se manifiestan el orgullo y la vanidad; pero
            
            
              los que tienen inclinación a mirarse en el espejo para admirarse,
            
            
              [358]
            
            
              tienen poca tendencia a mirar en la ley de Dios, el gran espejo moral.
            
            
              Esta idolatría del vestido destruye todo lo que es humilde, manso
            
            
              y amable en el carácter. Consume las horas preciosas que deberían
            
            
              ser dedicadas a la meditación, al examen del corazón, al estudio de
            
            
              la Palabra de Dios acompañado de oración. En la Palabra de Dios,
            
            
              la inspiración ha registrado especialmente lecciones para nuestra
            
            
              instrucción...
            
            
              341