Capítulo 128—Inculquemos principios rectos en los
jóvenes
Los jóvenes deberían ser gobernados por principios firmes, para
que perfeccionen debidamente las facultades que Dios les ha dado.
Pero los jóvenes siguen tanto y tan ciegamente los impulsos, sin
tomar en cuenta los principios, que se hallan constantemente en peli-
gro. Puesto que no siempre pueden tener la dirección y protección de
padres y guardianes, necesitan ser enseñados a confiar en sí mismos
y tener dominio propio. Deben ser enseñados a pensar y actuar de
acuerdo con principios concienzudos.
La distracción y la diversión
Los que estudian, deberían tener distracción. La mente no debe
dedicarse constantemente al pensamiento intenso, pues la delicada
maquinaria mental se gasta. Tanto el cuerpo como la mente necesitan
el ejercicio. Pero es muy necesaria la temperancia en las diversiones,
como en cualquier otra ocupación. Y se debería considerar cabal y
cuidadosamente el carácter de estas diversiones. Cada joven debería
preguntarse: ¿Qué influencia tendrán estas diversiones en la salud
física, mental y moral? ¿Se cegará mi mente hasta el punto de olvidar
a Dios? ¿Dejaré de tener su gloria ante mi vista?
Debería prohibirse el juego de naipes. Las relaciones y tenden-
cias que entraña son peligrosas... No hay nada beneficioso para el
alma o el cuerpo en semejantes diversiones. No hay nada que for-
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talezca el intelecto, que lo aprovisione de ideas valiosas para uso
futuro. La conversación gira a menudo alrededor de temas triviales
y degradantes...
La destreza en el manejo de las cartas conduce a menudo al
deseo de dar a este conocimiento y habilidad algún uso de beneficio
personal. Se arriesga una suma pequeña, luego otra mayor, hasta
que se despierta la sed por el juego, que lleva a una ruina segura.
¡A cuántos ha conducido esta diversión perniciosa a toda clase de
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