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Capítulo 150—El casamiento con los incrédulos
Amada hermana L***: He sabido que Ud. piensa casarse con
uno que no está unido con Ud. en la fe religiosa, y temo que Ud.
no haya pesado cuidadosamente este asunto importante. Antes de
dar un paso que ha de ejercer influencia sobre toda su vida futura, le
ruego que estudie el asunto con oración y reflexión. ¿Resultará esta
nueva relación en fuente de verdadera felicidad? ¿Le ayudará en la
vida cristiana? ¿Agradará a Dios? ¿Será el suyo un ejemplo seguro
para otros?
Pruebas de amor
Antes de dar su mano en matrimonio, toda mujer debe averiguar
si aquel con quien está por unir su destino es digno. ¿Cuál ha sido
su pasado? ¿Es pura su vida? ¿Es de un carácter noble y elevado el
amor que expresa, o es un simple cariño emotivo? ¿Tiene los rasgos
de carácter que la harán a ella feliz? ¿Puede encontrar verdadera paz
y gozo en su afecto? ¿Le permitirá conservar su individualidad, o
deberá entregar su juicio y su conciencia al dominio de su esposo?
Como discípula de Cristo, no se pertenece; ha sido comprada con
precio. ¿Puede ella honrar los requerimientos del Salvador como
supremos? ¿Conservará su alma y su cuerpo, sus pensamientos y
propósitos, puros y santos? Estas preguntas tienen una relación vital
con el bienestar de cada mujer que contrae matrimonio.
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Se necesita religión en el hogar. Únicamente ella puede impedir
los graves males que con tanta frecuencia amargan la vida conyugal.
Únicamente donde reina Cristo puede haber amor profundo, ver-
dadero y abnegado. Entonces las almas quedarán unidas, y las dos
vidas se fusionarán en armonía. Los ángeles de Dios serán huéspe-
des del hogar, y sus santas vigilias santificarán la cámara nupcial.
Quedará desterrada la degradante sensualidad. Los pensamientos
serán dirigidos hacia arriba, hacia Dios; y a él ascenderá la devoción
del corazón.
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