El casamiento con los incrédulos
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Resultado de la desobediencia
El corazón anhela amor humano, pero este amor no es bastante
fuerte, ni puro, ni precioso para reemplazar el amor de Jesús. Úni-
camente en su Salvador puede la esposa hallar sabiduría, fuerza y
gracia para hacer frente a los cuidados, responsabilidades y pesares
de la vida. Ella debe hacer de él su fuerza y guía. Dése la mujer a
Cristo antes que darse a otro amigo terrenal, y no forme ninguna
relación que contraríe esto. Los que quieren disfrutar verdadera feli-
cidad, deben tener la bendición del cielo sobre todo lo que poseen,
y sobre todo lo que hacen. Es la desobediencia a Dios la que llena
tantos corazones y hogares de infortunio. Hermana mía, a menos
que quiera tener un hogar del que nunca se levanten las sombras, no
se una con un enemigo de Dios.
Como quien habrá de encararse con estas palabras en el juicio,
le suplico que considere el paso que se propone dar. Pregúntese:
“¿Apartará un esposo incrédulo mis pensamientos de Jesús? ¿Ama
los placeres más que a Dios? ¿No me inducirá a disfrutar las cosas
en que él se goza?” La senda que conduce a la vida eterna, es penosa
y escarpada. No tome sobre sí pesos adicionales que retarden su
progreso...
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Yo quiero advertirle su peligro antes que sea demasiado tarde.
Ud. escucha palabras dulces y agradables, y se siente inducida a
creer que todo andará bien; pero no lee los motivos que inspiran
esas hermosas frases. Ud. no puede ver las profundidades de la
perversidad oculta en el corazón. Ud. no puede mirar detrás de las
escenas, y discernir las trampas que Satanás está tendiendo para
su alma. El quisiera inducirla a seguir una conducta que la haga
fácilmente accesible, para disparar las saetas de la tentación contra
Ud. No le conceda la menor ventaja. Mientras Dios obra sobre la
mente de sus siervos, Satanás obra por medio de los hijos de la
desobediencia. No hay concordia entre Cristo y Belial. Los dos no
pueden armonizar. Unirse con un incrédulo es ponerse en el terreno
de Satanás. Ud. agravia al Espíritu de Dios y pierde el derecho a su
protección. ¿Puede Ud. incurrir en tales desventajas mientras pelea
la batalla por la vida eterna?